Reactivemos la selección natural

Francisco Javier Garrido

Dios: nos conoce.

Sabe que el pez grande se traga al chico,

que la lagartija grande se traga a la pequeña,

que el hombre se traga al hombre

y por eso inventó la muerte:

Para que la vida —no tú ni yo– la vida,

sea para siempre.

Jaime Sabines.

Francisco Javier GarridoEl tiempo aunque puede considerarse una variable cuando se trata de la percepción y sin duda he aceptado en mi vida. Que sólo refleja una marca para determinar precisión en nuestra memoria; ya sea individual o colectiva.

Pero en lo real, objetivo y palpable. El tiempo es un valor y sin duda, uno de los más importantes valores en la existencia tanto de nuestras vidas personales como en la forma de hacernos presentes como especie humana. Y como ha sido sabiamente expresado en la cultura popular:

  • “el tiempo no perdona”
  • “el tiempo no se detiene”
  • “el tiempo lo cura todo”

Se menciona como una deidad el pasar del tiempo: El gran Cronos de las culturas antiguas.

El gran Cronos es quien; como solía cantar Hector Lavoe con exquisitos versos, nos enseña que todo tiene su final. La felicidad tiene su ciclo tanto como la tristeza o los problemas. Los tiempos de suerte o buena fortuna. Como aquellos días en que por mayores esfuerzos no logramos encajar y nos fallan nuestros actos, al grado de la desmotivación.

La diferencia de todos estos aspectos radica en la actitud y responsabilidad con que tomemos ante los infinitos rostros que tiene el momento que vivimos.

No existe martirio infinito a menos que nuestro interés sea prolongarlo. A menos que demos pauta a la culpa y carguemos con ello toda la vida.

La felicidad tampoco puede prolongarse de manera infinita. Así como los orgasmos que tienen un lapso, así son los ciclos y lo que en un momento fue lo que más amabas, pasa a ser parte de algo en segundo plano de importancia. Todo ello es para mantener su valor en esencia misma.

Adiestrados en el aquí y ahora podemos sumar de mejor manera nuestro consumo de información vital y así saber que: el mejor café será el tengamos frente a nosotros para beber, el mejor alimento, la mejor experiencia es la que tengamos enfrente. Ya sea frente al escritorio de la oficina o a punto de saltar en paracaídas desde el avión. Amando la oportunidad de charlas interesantes con extraños en un viaje de autobús, momentos de sonrisas con amigos, reconciliaciones de pareja, reencuentros con seres del pasado o reuniones familiares.

Pero, si por el contrario; en nuestros adentros y de forma sincera nos decimos que esto que estamos viviendo no es lo que deseamos, cámbielos y así podemos dejar libros a la mitad, trabajos que no nos nutren más allá de sólo dinero o relaciones sociales que no nos ayuden a crecer.

No tener miedo pero evitando que esta actitud valiente se convierta en un hábito insano que sólo nos lleve a jamás concretar las cosas que en verdad, si queremos. Pero que durante el camino nos enseña las dificultades que se deben atravesar para conseguirlas como metas.

Y les daré un truco dialéctico que nos ayudará. La dialéctica establece que: la generalización de un calificativo puede llevar lo generalizado a establecer de manera contraria en que ha sido evaluado. Es decir que cuando nos digan esa frase de…

–En la vida nada es fácil, por ende también nos dicen que: En la vida todo es fácil y ambas son argumentativamente una verdad válida. Así que debemos estar conscientes de que no siempre podemos estar conscientes de nosotros mismos; por ello disfrutar y asimilar, todo lo que la vida nos pone de frente para aprender. Ese es hasta ahora el mejor plan que he podido encontrar. Aprender a seleccionar lo que deseamos en nuestras vidas y lo que no.

Momentos furtivos.

Un hombre lleva a su hijo hasta la orilla de una ladera y desde el cofre de su vehículo; contemplan el cielo repleto de estrellas, con una luna distante y por fortuna de ese instante; miran los trazos de luz que 2 dos estrellas al caer van dejando. Ante tal espectáculo el hijo:

–¿pregunta qué es eso papa?

–Son unas estrellas fugaces. –Respondió el padre–.

Al mirarse señaladas y escucharse etiquetadas, una estrella mira a su otra similar y dice:

–¡Humanos, Inocentes y fugaces¡

Mientras el padre incita al hijo

–¡vamos campeón pide un deseo!

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