‘Regresar’ con mi ex

Tere Díaz

Tere DíazEl dicho de “borrón y cuenta nueva” puede ser válido para un partido de ajedrez o para un cambio de profesión, pero en las relaciones amorosas la cosa se mueve de forma diferente.

Los seres humanos, si bien cambiamos, tenemos una estructura de personalidad que sostenemos a lo largo de la vida: podemos matizarla, comprenderla, manejarla, pero “uno cojea con frecuencia del mismo pie”. A esto hemos de sumar que las relaciones tienen memoria y ésta deja huella en nuestra historia de vida, y nos sensibiliza o nos hace reaccionar de una u otra manera con base en lo previamente experimentado.

Por eso cuando pensamos en una “segunda vuelta” con nuestro ex, existe un prejuicio –al igual que en las películas que tienen segunda parte– que nos impulsa a pensar que ésta no puede ser mejor.  El concepto regresar apunta al pasado y con ello a revivir las frustraciones, a defendernos de las decepciones y a querer componer aquellos eventos que llevaron a la separación.

Pensar en regresar con nuestra pareja, nos obliga a echar una mirada a lo que ya pasó, lo cual sirve para sopesar lo vivido y aprender de ello, y una relación no puede construirse o renovarse viendo hacia atrás. Así, pensar en regresar con nuestra pareja, nos obliga a voltear al pasado, pero no para quedarnos mirando hacia atrás.

El efecto retrovisor

En las relaciones –como en las carreteras- no puedes recorrer un nuevo camino ni llegar a un distinto destino si te sostienes mirando hacia atrás. “Espejear” es necesario para cuestionar si se puede rescatar algo de la experiencia, pero instalarse en lo que ya se vivió te llevará, tarde o temprano a perderte en el camino,  a “estrellarte” y colapsar la relación una vez más.

Actualizar tu relación

Hemos de tener claridad del propósito de nuestro reencuentro. Idealizar lo que nos salió bien omitiendo lo que deterioró nuestra relación de pareja, así como auto engañarnos en cuanto a nuestros profundos temores con el fin de aminorar la ansiedad que produce la distancia y el dolor ante la sensación  de soledad, no son buenas razones para proyectar un  nuevo futuro.

Si bien “somos los que somos” y nuestro margen de cambio tiene sus limitaciones,  también podemos trabajar para construir una mejor versión de nosotros mismos así como para adoptar un mejor manejo de los temas conflictivos añejos que con seguridad se nos volverán a presentar. No se va a estar mejor por el simple hecho de volver a estar juntos: los desafíos personales han de enfrenarse y los retos relacionales han de atravesarse. 

Una nueva historia

Dejamos correr el tiempo tras una terminación anhelando la posibilidad de volver con nuestro ex. A veces hasta nos vamos alistando internamente para el día que nos llegue la posibilidad de un nuevo encuentro. Pero las relaciones no se “componen” mágicamente,  se requiere actualizarlas con algunos “ingredientes” básicos:

  • Autoconocimiento: ¿Cómo estoy yo conmigo? ¿Qué heridas me dejó esta relación?
  • Responsabilidad por la propia conducta: ¿Qué me corresponde asumir a mí?
  • Claridad de lo que uno desea, necesita y valora: ¿Qué quiero, qué puedo y qué tengo?
  • Negociación de lo que se puede y de lo que no se puede: ¿Qué sí y qué no?
  • Aceptación de que el otro no responderá a todas nuestras expectativas: ¿Qué expectativas tengo puestas sobre mi pareja que no se pueden cumplir?
  • Reconstrucción del proyecto de vida compartido: ¿Para qué quiero intentar algo de nuevo?

Proyectar el futuro:

¿Qué nueva historia queremos escribir con estos mismos personajes?

El pasado es pasado. Si bien puede haber cambios en patrones nocivos que se repetían  una y otra vez en la relación para que exista la sólida posibilidad de que funcione una nueva etapa amorosa, se requiere soltar lo que fue: con sus heridas, peleas, ilusiones e ideales. Los momentos felices se pueden atesorar, pero no podrán regresar de la misma manera. Y es fácil decir “hay que soltar”, ¿pero esto cómo se logra en la vida real?

Depositando experiencias nuevas y positivas a la relación, generando acciones gozosas en las que nos conozcamos de nuevo, posibilitando diálogos no defensivos que nos permitan cambiar nuestras suposiciones sobre el otro, conteniendo nuestras ansiedades para no volcarlas en la relación o en  nuestra pareja, deteniéndonos a pensar lo que decimos, permitiéndonos sentir lo que tememos, acercándonos con el cuerpo y con el corazón, sabiendo que el amor puede doler, pero que también que nos puede volver a cobijar.

 

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