¡Felicidades a todos mis lectores en este 2018! Estoy feliz de compartir contigo un nuevo año de esperanza, te deseo que la abundancia toque a tus puertas en el amor, el éxito, la salud y la paz interior. Hoy nos embarcamos una vez más hacia un nuevo destino, para unos más incierto, para otros más claro. Tal vez algunos vamos hacia adelante con el viento a favor y otros quizá hayamos tenido que retroceder algunos pasos para tomar vuelo y dar un gran salto, pero al final, todos nos dirigimos hacia algún lugar. La pregunta es… ¿a dónde? Y a donde sea que hayas decidido dirigirte, confía en que puedes lograrlo, la única condicionante es que sea el primer lugar. ¿Por qué?
“El segundo lugar es el primero de los perdedores”- diría alguna vez Ayrton Senna, piloto Fórmula 1 Tricampeón mundial (1960-1994). Tenía razón. Y es que la que la mayoría de las personas se preparan para el fracaso, muy pocas se preparan para el éxito. ¿Has escuchado hablar de la Curva de Aprendizaje Acelerada? Dicen que desde que nacemos hasta cumplir los dieciocho años nuestra capacidad de aprender es sorprendente. Tal vez no lo recordemos, pero si tienes hijos de esta edad, coincidirás en que aprenden muchas cosas rápidamente: idiomas, cultura, habilidades, ¡lo que sea! Para algunas personas, su proceso de aprendizaje continuará llevándolos al éxito. Pero para el resto, su interés por aprender disminuirá cuando consigan su primer trabajo, se casen o su vida comience a estancarse en una rutina. Si no hay más exámenes que dar, o más necesidad de mejorar, o la obligación de tomar pluma y papel para vaciar nuestros conocimientos… ¿para qué leer más libros?, ¿para qué molestarse en elaborar un punto de vista que nadie calificará? ¿para qué esforzarnos en mejorar? Este pensamiento nos conducirá al error y al fracaso, y aunque creamos que la vida no es justa, en el fondo continuaremos admirando y deseando ser como aquellos que han sabido sobresalir.
Nacidos para triunfar
¿Por qué preferimos conformarnos pero continuamos aplaudiendo a los triunfadores? Simple, porque reflejan nuestro potencial. Todos nacimos para dar lo mejor de nosotros mismos, no lo peor. Es nuestra misión: desarrollar al máximo nuestras habilidades y triunfar. ¿Acaso recuerdas al segundo lugar en tu clase? ¿Al segundo hombre que pisó la luna? No es casualidad que nadie los recuerde. A menos que nosotros mismos lo hayamos obtenido, claro. Si no ganaste, es mejor decir que eres de los cuatro “mejores” a decir que obtuviste el cuarto lugar. Y es que todos queremos lo “mejor”. Nadie va a las Olimpiadas gritando ¡vamos por el bronce! o pensando “no importa ganar, lo importante es competir”. No creo que esa mentalidad le hubiera dado a Phelps el oro en sus competencias. “Pero Mónica, no siempre se puede ganar”- pensarás. Tienes razón. No siempre podemos ser los primeros o los mejores en algo, pero eso no significa que no debemos intentar. Por increíble que parezca, personas de ochenta años han llegado a mis cursos esperando aprender algo nuevo que les permita vivir mejor. ¿Acaso no es esto un ejemplo de vida? ¿Puedes imaginar qué sucedería si como ellos, mantenemos esa curva de aprendizaje acelerada por el resto de nuestra vida? ¿Imaginas las habilidades que podríamos llegar a desarrollar?
No te conformes
Amigos, nadie merece el segundo lugar. Al menos nadie deberíamos prepararnos emocionalmente para ello. Y no importa que no obtengamos siempre el primer lugar, lo importante es saber que no podremos elevar nuestra calidad de vida a menos que retemos nuestro potencial para llegar a la cima. Hoy te invito a darle next! al segundo lugar. No nos conformemos con ser mediocres. Este 2018 todos tenemos sueños y metas que cumplir. No nos rindamos. Sobrepasemos constantemente nuestros propios estándares para que a fin de año no tengamos que resignarnos a aplaudir a aquellos que sí pudieron sobresalir.
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