Buda dice que el dolor es inevitable, pero sufrir es opcional. ¡No podría tener más razón! El dolor, simplemente, ocurre cuando vivimos ciertas experiencias; es algo totalmente normal que hace parte de ser humanos. Cuando alguien se enferma, se va a vivir a otro país o muere, son experiencias que pueden llegar a doler. Pero siempre podemos elegir, conscientemente y voluntariamente, si sufrimos o no, ya que este es producto del pensamiento.
Imagina a una persona que acaba de enterarse de que no fue invitada a la fiesta de cumpleaños de uno de sus amigos. Es normal que sienta un poco de tristeza y posiblemente desconcierto. Hasta aquí sería dolor.
El problema aparece cuando esta persona elige sufrir. Sus emociones se magnifican al ser alimentadas con pensamientos como: “no le importo” o “siempre me rechazan”. Generando enojo o tristeza, afectando la armonía de esa persona e, incluso, haciendo que asuma el rol de víctima.
Esa persona puede elegir no sufrir y disfrutar esta experiencia si a través de la comprensión alimenta emociones con pensamientos como: “quizás tenía un máximo de invitados” o “por algún motivo que no entiendo pero sí comprendo, no me invitó a la fiesta”. Cuando permites que tu mente de un significado de negatividad a la experiencia, inunda tu diálogo interno con pensamientos negativos y se convierte en una bola de nieve, haciéndote sufrir.
Para no sufrir, comprendamos por qué lo hacemos. Nos gusta controlar todo, porque a medida que crecemos aprendemos lo que está bien y debe ser o lo que está mal y no debe ser. Pero esto no lo definimos según nuestra voluntad y criterio. La sociedad lo dicta, instalando un programa mental sobre cómo debería ser la vida. Este siempre está activo inconscientemente. Cuando el mundo no se ciñe a nuestra voluntad, ese programa abre la puerta para un diálogo interno que alimenta el sufrimiento.
¿Te has puesto a pensar cómo es ese programa que tienes instalado inconscientemente? ¿Hay algún patrón que te lo haya mostrado? Generalmente, la sociedad impone una programación mental de cómo se debe desarrollar la vida. Terminas estudios universitarios, alrededor de los 22 años, ¿y después qué sigue? Exactamente eso que estás pensando: trabajas. ¿Y luego? Te casas, ¡adivinaste! ¿Y más adelante? ¿Tienes un hijo? ¿Después? ¿El segundo? ¿Te suena familiar?
¿Y si tu vida no se ha dado así? ¿Y si a los 30 años no te has casado? ¿Y si tu vida no es para que tengas hijos? No todos vinimos a ser papás. De manera que no podrás cumplir ese programa que te dicta la sociedad. Y si esta es tu programación, probablemente, también, darías un significado negativo a este hecho y podría empezar a correr por tu mente un diálogo interno negativo que cada vez se vuelva más grande.
¿Qué decides hacer hoy? ¿Vas a sufrir y permitir que lo negativo inunde tu mente? ¿Vas a elegir ser una víctima, basada en el sufrimiento? O, ¿vas a tomar, conscientemente, responsabilidad por tu vida y elegir la clase de pensamientos que te permitan disfrutar de todas tus vivencias? Usa todo el poder de tu mente para llenar tu diálogo interno de responsabilidad, bienestar y armonía.