Cómo tener el mejor cumpleaños
El lunes fue mi cumpleaños, cumplí 25 años (Aún no logró saber si sigo siendo una jovenzuela o ya no) y aunque yo me siento de 16, al parecer cumplir 25 años es una cosa importante en la vida; mis papás me avisaron meses antes que cumplía 25, mis amigas convenciéndome de festejar en grande e irnos de fiesta hasta las 6 de la mañana para celebrar y todas mis redes sociales avisándome que se acercaba el “Gran día”. Los pondré un poco en contexto, mi cumpleaños es el 2 de julio, generalmente es un día normal y corriente pero este año… un día después de las elecciones, partido del mundial de México y además… ¡Caía en lunes! Al principio mi papá me sugirió hacer una carne asada en domingo, así al día siguiente – mi mero cumpleaños- todo mundo podía tener un día normal de trabajo, su idea sonaba coherente, festejar el domingo después de que cada quién fuera a ejercer como buen ciudadano su voto y después podíamos hacer una carne asada mientras esperábamos el resultado de la elección, al día siguiente, la gente me felicitaría, pero tendría un día normal como la mayoría de los adultos que trabajan lo hacen…
Como mi gente ya sabe que mi cumpleaños es especial para mí, mi mejor amigo unas semanas antes empezó a sondear el tema a preguntarme que quería hacer, la respuesta fue fácil: una carne asada el domingo. Para no hacer el cuento largo, pocos días después y con ayuda de mis amigos me di cuenta de que claro que no quería una carne asada en domingo, me di cuenta de que mis 25 años efectivamente eran importantes y que llevaba una vida celebrando mis cumpleaños ya fuera comiendo o haciendo cosas que les gustarán a mis papás, a mi hermano o a mis amigos, a todos menos a mí.
Y aquí es dónde empiezo a hablar de una bonita cosa que vaya me ha costado en la vida: ¡PEDIR! Tenemos la idea de que si pedimos las cosas ya no tienen tanto chiste, ya no se va a sentir igual de bonito, es como si la gente que nos conoce ya sea familia, amigos, colegas etc. tuvieran que adivinar lo que queremos, cómo lo queremos, dónde lo queremos y cuándo lo queremos y si no nos lo dan… Claro que nos enojamos, reclamamos, nos sentimos las personas menos importantes y que le valemos a todo el mundo. Una parte de mi aún lo creía, creía que si yo pedía cosas, cuando me las dieran no se iba a sentir tan bonito porque en mi cabeza la idea es que si la gente me quiere obviamente sabe que darme sin tener que pedirlo. El caso es que este cumpleaños hice algo diferente, con ayuda claramente, les pedí a mis mejores amigos lo que quería para este cumpleaños, pedí mi comida favorita, pedí flores y globos, pedí regalos y lo más bonito: ¡pedí una sorpresa! ¿Raro no? ¿Cómo puede ser una sorpresa si ya sabes que te van a dar una sorpresa?
Llegó mi cumpleaños y la verdad es que todo el fin de semana anterior estuve esperando una sorpresa y debo confesar que el sábado y domingo me decepcioné un poco pensando que ya no habría nada de eso, pero no contaba con que mis amigos me conocen y son bastante habilidosos por lo que aunque yo ya sabía que íbamos a comer, compré algunas cosas, me auto hice mi pastel favorito, invité a las personas que quería que estuvieran ellos se las arreglaron para que dentro de todo mi festejo que yo ya había anteriormente pedido hubiera una sorpresa.
Debo confesar que ha sido el mejor cumpleaños de mi vida y aunque claro que me dieron cosas que no sabía y me regalaron muchas cosas bonitas, al final yo me hice cargo de pedir eso que quería para mi cumpleaños. Lo que me gustaría compartirte hoy es que pedir claro que no es fácil, pero al final tiene una maravillosa recompensa, pedir es complicado por diferentes motivos, primero como ya lo dije pensamos que si nosotros pedimos sin que los demás adivinen el regalo o lo que sea que pidamos ya no tendrá chiste, pero en realidad es que nadie más que nosotros sabemos que es eso que queremos, eso que nos gusta. Pedir también tiene que ver con sentirnos valiosos, estoy casi segura de que en muchas ocasiones no pedimos ciertas cosas porque no creemos que somos lo suficientemente valiosos o importantes para que nos lo den, claro que a mí me costó muchísimo trabajo pedirle a mi gente que el lunes no trabajarán por ir a festejar conmigo porque claro: Lorena no merece que muevan su día por ella, sentimos que no merecemos cosas y finalmente pedir a veces nos da culpa o nos sentimos en deuda con los que nos lo dan, tenemos la sensación de que si nos dieron algo ahora tenemos que devolvérselos, como si literalmente estuviéramos en deuda…
Me parece que pedir es un tema del cual podríamos hablar y hablar ya que hay muchas cosas que tienen que ver con eso, pero me gustaría que estas semanas te dieras permiso de empezar a pedir ciertas cosas que sean importantes para ti, empezar a notar cuando estamos exigiendo y cuando auténticamente solo estamos pidiendo. Date permiso de pedirle unas flores a tu pareja o un café a tu mejor amigo/a y ver qué te pasa con eso, ¿Perdió chiste? ¿Se sintió bonito? ¿Siento que ahora yo le debo algo? ¿Me gusta cómo me siento?
Es un camino en el que se necesita paciencia y compasión, pero te aseguro que al final, ¡Vale la pena!