Transexualismo infantil, ¿Mito o realidad?

Irene Torices

 

Como profesionales de la sexología, con frecuencia se nos consulta por conductas que se consideran “atípicas” al género de niñas, niños y adolescentes, las que se hacen manifiestas en los juegos, las interacciones con sus iguales y con las personas adultas que les rodean.

Cuando además de lo anterior, se incluye el discurso explícito de pertenencia al otro sexo, como cambiar su nombre, vestirse con ropa estereotípica del otro sexo, expresión del rol de género “discordante”, etc. la preocupación de las familias y del personal docente a cargo de la crianza y educación de estas niñas, niños y adolescentes se incrementa y pareciera ser que entre más temprano se observen estas conductas, más grande será la preocupación.

Tanto el juego infantil, como las conductas descritas, pueden ser factores predictores del transexualismo, que no son definitivos ni definitorios, pero son indicativos. Es importante que quienes interactúan con el niño, niña o adolescente, sepan que, la “educación correctiva” no va a “normalizar” la conducta y sí puede causar efectos desfavorables en el desarrollo integral de la persona, incluyendo las relaciones interpersonales que establece en diferentes contextos.

Aunque no es un proceso sencillo, se trata de aceptar lo que hay y de facilitarles la inclusión en un mundo que “no está diseñado para la diversidad”, apelando a las bases de la educación especial: una visión que centra la acción en seres sociales en interacción con su medio, sus potencialidades y necesidades intrínsecamente humanas.

El trabajo con las familias es fundamental, requiere de empatía ante el sufrimiento de los padres y las madres, honestidad y asertividad al explicar lo que está ocurriendo; lo que se observa y de lo que pasa por debajo de lo que se mira.

Es fundamental trabajar la culpa que pueden sentir las familias por la condición presente, acompañándoles en el diseño de estrategias que promuevan el bienestar de su hijo o hija como: la elección de un nombre (si el propio les disgusta) –incluso un sobrenombre– familiar, un estilo de ropa, accesorios, roles y tareas con significado acorde a la identidad sexo genérica vivida, en el ámbito familiar, etc.

Las niñas, niños y adolescentes presuntamente transexuales requieren atención especializada por profesionales de la sexología clínica que además cuente con experiencia en el acompañamiento terapéutico a estos casos, la intervención, frecuentemente incluye aspectos como:

  1. Información: que ayude a las familias, al niño, niña o adolescente a entender la condición, despatologizarla, entender la intervención de otras disciplinas incluso jurídicas, como parte de la atención integral que garantice el bienestar de la persona.
  2. Apoyo y seguimiento: facilitar los procesos, prevenir, apoyar frente a las posibles dificultades, realizar informes y peritajes; acompañamiento emocional; seguimiento del proceso médico, psicoterapéutico, legal, etc.
  3. Construcción de la sexualidad: comprensión e integración de su sexualidad, desarrollo de su potencial erótico, promoción de su salud sexual y vivencia de la sexualidad como fuente de placer y bienestar.

William Masters solía decir que cuando inició su trabajo en la atención a las dificultades sexuales humanas, los casos que recibía eran muy sencillos, y que no lograba entender porque con el tiempo se volvían más complicados. He de confesar que me encuentro en este momento, en el mismo estado de incomprensión, y entonces recurro a lo expresado alguna vez por John Money que represento el lema de toda su vida: «Nuestra humanidad fracasará si no tiene en cuenta la salud sexual de sus niños y adolescentes».

… extraño a ambos.

 

 

Irene Torices Rodarte

[email protected]

¿Qué te interesa?
Selecciona los temas de interés sobre
los que deseas recibir noticias: