Todos hemos tenido algo que ver con el tema de la infidelidad: como hijos de padres infieles, como amantes de alguien casado, como cómplices de un buen amigo, como profesionales que trabajamos con el tema, como “traidores” de un matrimonio de “cuento de hadas”, o como el desafortunado “traicionado” y por ello es correcto preguntarse su vale la pena continuar después de una infidelidad.
El tema de la infidelidad se ha abordado desde una perspectiva moral, una visión simplista del mundo, del “bien” y del “mal”, un villano y una víctima y en donde la sexualidad es vista como sucia y vulgar.
Poco se ha profundizado en la complejidad que incluyen los dilemas humanos individuales, las vicisitudes relacionales de las parejas y las características sociales del contexto en donde se ha llegado a concluir que no todas las infidelidades tienen que ver con alguna patología, disfunción, problema, maldad, error de juicio, inmadurez o “mal paso”.
Aún así, no deja de llamar la atención que otras conductas que implican actos de abuso severo generen menos perturbación que una relación extraconyugal; dichos actos son más fácilmente justificados entre las parejas, antes que pasar por alto una “traición”.
Es importante hacer distinciones en las infidelidades ya que diversos elementos que influyen en la magnitud del efecto que producen al ser descubiertas:
¿Cuándo no se puede perdonar?
- Cuando la relación de pareja ha sido de abuso permanente, mentiras y manipulaciones más allá de la infidelidad.
- Cuando la infidelidad es un hábito y ha sido de manera descuidada, recurrentes, descaradas, prepotente, lastimosa.
- Cuando hay una adicción al sexo no reconocida ni tratada.
- Cuando hay una inmadurez sostenida del infiel.
- Cuando la infidelidad es la puerta de salida de una relación vacía y desgastada ante la dificultad de darla por terminada.
- Cuándo la persona lastimada NO PUEDE, PORQUE NO PUEDE.
¿Cuándo sí perdonar?
- Cuando el infiel tiene una claridad y consciencia de lo ocurrido, está dispuesto a trabajarlo.
- Cuando es un evento aislado y no un hábito permanente.
- Cuando surgen de necesidades personales no satisfechas que no ha atendido de manera particular.
- Cuando aparece como un evento que permitió liberar ansiedad en etapas de adaptación critica.
- Cuando son una señal clara de que la relación está en crisis y es momento de hacer algo diferente para renovarla e intentar permanecer.
- Cuando el efecto de la misma, más allá del dolor, generó un equilibrio para la vida de pareja.
- Cuando es una transgresión ante un sometimiento no trabajado y ante un desequilibrio de poder.
- Cuando se entiende que no somos monógamos por naturaleza pero que elegimos pactar relaciones de exclusividad y gestionar el deseo sexual.
- Cuando el dilema incluye la inherente contradicción entre lo doméstico y lo erótico.
- Cuando hay intención y deseo de entender y reparar.
Quizás todas estas situaciones de infidelidad, sin ser fáciles de asumir y transitar, dependiendo de su manejo y resolución, pueden ser situaciones de crisis pero también oportunidades de crecimiento personal y de pareja. Es decir, hay infidelidades que apuntan a la mejora y a la evolución.
¿Cómo perdonar?
Las infidelidades no se olvidan, pero sí se pueden perdonar. Para lograrlo hay que entender que el perdón no es un evento sino un proceso: toma tiempo y se da aportando cosas nuevas y positivas que actualicen la relación la relación.
Es esencial recuperar la confianza y para lograrlo lo primero es la integridad emocional personal con sus respectivas medidas de precaución, pues solo así podrá responderse a lo que se haga en el presente en la relación y no a lo que ocurrió en el pasado.
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