¿Cuántas veces creemos los padres que nuestros hij@s deben amarnos por el simple hecho de que somos sus padres?
¿Cuántas veces nos hemos hecho la pregunta si realmente nuestros hij@s nos aman como nosotros a ellos?
¿Cuántas veces no les hemos dicho: – si no haces esto o aquello… o, si contestas así…o, si te portas así…
¡Nadie va a quererte!
¿Cuántas veces no nos ponemos a pensar que aunque tengan nuestros ojos, el mirar es suyo?
Para poder contestar éstas y otro sin número de preguntas, lo primero que debemos preguntarnos es porqué tuvimos hij@s.
¿Porque así lo manda la sociedad?
¿Porque es un instinto?
¿Porque es ley de vida?
¿Porque queremos trascender como seres humanos?
¿Porque no queremos estar solos?
Seguramente tienes muchas respuestas y todas podrán ser correctas, pero la que no podemos negar es que el deseo de tener hij@s va de la mano con el deseo de amar, con las ganas de dar amor, con el anhelo humano de amar; para eso los invitamos a venir a la vida: para amarlos.
Por supuesto que también deseamos guiarlos, que trasciendan como seres humanos, que sean nuestra compañía por el resto de nuestra vida y que nos amen entre otras cosas, pero la razón principal es para poder encausar nuestra necesidad de amar.
Este amor será incondicional, al menos durante los primeros años de vida de los hij@s y esto desgraciadamente irá cambiando conforme pasan los años, ya que los padres tenemos expectativas sobre el actuar de nuestros hijos sin darnos cuenta de manera consciente que al hacer esto vamos contaminando la relación.
Esperamos que por el hecho de que son nuestros hij@s, ellos nos deben de amar igual que nosotros a ellos, lo cual es una realidad equivocada, ya que eso se dará dependiendo como desarrollemos el vínculo con ellos.
Algún día leí en algún sitio una frase en forma de metáfora que se me hizo muy apropiada: tener un piano en casa no te hace pianista y yo lo aplicaría a la paternidad…tener un hij@ no te hace padre.
Para ser realmente un buen padre o una buena madre debes formar con tus hij@s una alianza de espíritu invencible.
El vínculo con tus hij@s lo tienes que ir creando a través de tu presencia e interacción con ellos todos los días.
Es de vital importancia estar con ellos en gran parte de sus actividades diarias, ser parte de sus triunfos y compañía y consuelo en sus fracasos.
El «jugar» al menos 15 minutos al día con ell@s es uno de los factores que más fortalece la relación ya que en ese tiempo la mente se despeja y el corazón se regocija.
El fortalecimiento del vínculo es un trabajo que tenemos que trabajar día con día y estar atentos en qué lleva nuestro hij@ en el interior, pero no el de la mochila… sino el del corazón.
El mejor regalo que puedes darle a tu hij@… es tu tiempo.
Continuará…