Día de muertos, ese festejo que hoy tiene más reflectores y que nos recuerda que nosotros mismos tenemos un final, no es nada personal, pero la muerte es lo más seguro que tenemos y sin embargo, nos peleamos todo el tiempo con ella.
¿Por qué es esto? Al parecer nuestros ancestros hacían algo diferente, veneraban a los muertos, y aceptaban la muerte como parte de la vida, entendían a la muerte como una amiga que le da sentido a la vida… Sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta lo mucho que sufrimos por “evitar” la muerte, y es interesante, es como si creyéramos que –de alguna forma– tenemos el control de cuándo va a llegar o cómo va a hacerlo.
Te voy a contar dos historias y después, quizás, con un poco de suerte y persuasión aprenderás a ver la muerte como algo distinto, incluso una nueva amiga.
La primera historia es de una mujer hermosa, muy sana, bailarina, preocupada por conocerse, crecer emocionalmente y experimentar la vida; no fumaba, casi no bebía y comía bien, hacia ejercicio regularmente, escribía poesía y le gustaba conocerse. Un día, descubrieron que tenía cáncer y a los pocos meses, la desconectaron de un respirador artificial y murió sin siquiera llegar a los 30 años. Esta mujer era mi prima y causó un gran impacto en mi; gran parte de mi vida había creído que la muerte era para los viejos y con la muerte de mi prima, me empecé a dar cuenta que la muerte no se le olvida a nadie y cada quien tiene su momento.
La segunda historia es de una mujer que se tomaba sus tequilas y se fumaba dos cajetillas al día, el único ejercicio que hacía era caminar alrededor del parque un par de veces a la semana y sus ejercicios para los ojos porque era muy vanidosa para usar lentes; de carácter y presencia fuerte, era una de esas mujeres que sin quererlo alejó a muchas personas en su vida, pero al final murió tranquilamente en su cama, calculamos que tenía más de 93 años. Esta mujer era mi tía abuela y con su partida me llegó otra lección. No es importante qué tanto te cuidas o qué haces para mantenerte o no con vida, esa es otra ilusión que tenemos: el control que tenemos sobre la muerte es nulo. Cuando realmente entendí esto, me sentí mucho más liberado.
No les voy a mentir, aún hoy le tengo miedo a la muerte, aún cuando sé que no la podré evitar y que no está en mi control; sin embargo, hoy la uso como un recurso y me ayuda a hacer muchas cosas. Me empuja y me ayuda a salir adelante.
Antes de terminar, tengo algo que confesar, esta columna no la escribí esta semana, la hice el día que iba a salir de viaje, destino: Europa. Estaré unas semanas fuera y en gran parte se lo debo a la muerte, ya que cuando tengo una decisión que tomar cierro los ojos un momento e imagino que está detrás de mi hombro y que no hay forma de escapar de ella; de pronto, las decisiones se vuelven más fáciles.
Finalmente, quisiera invitarte a que reflexiones sobre tu propia muerte y las cosas que te puede ayudar a decidir o cambiar. ¿Mi invitación? Atrévete a usarla más como empuje que como freno…
Para cerrar, te dejo una poesía escrita por un niño Fabio de 8 años. Ya desde entonces pensaba en estos temas…
La muerte,
La muerte es como la vida,
Piensa sin olvidar lo que piensa,
La muerte es como el viento,
Va y viene sin parar.
Fabio Valdes (1988)