La idea había entrado en mi cabeza como una pequeña semilla, pero que durante las próximas semanas germinaría y crecería hasta convertirse en la respuesta al verdadero origen de todos mis problemas.La frase la había escuchado mientras estudiaba comunicaciones, y era parte de un promocional de radioactivo 98.5
Apaga la televisión, antes de que ella te apague a ti
Le había dado bastantes vueltas y resultaba irónico que pretendiera alejarme de uno de los principales medios que conformaba mi carrera, pero la verdad es que pasaba más tiempo frente al televisor que sacándole provecho a los estudios.
Pensé en otras actividades que podría estar haciendo con ese tiempo, pero además en qué punto me encontraría, por ejemplo: si en lugar de ver la televisión hubiera optado por practicar mucho más las artes marciales. Seguramente ya habría dominado el combate cuerpo a cuerpo por lo menos con dos estilos diferentes. Y ni hablar de la condición física que hubiera ganado.
Por otro lado, llevaba tiempo queriendo hacer videoclips o escribir un libro, pero según yo, nunca tenía tiempo. La verdad es que ya hasta comenzaba a deprimirme mi existencia y creía, a mis 20 años, que jamás lograría nada en la vida. Así que de pronto, el origen de muchas de las cosas malas que sentía, se debían a la televisión.
Mi determinación fue que ese día, cuando llegara de la escuela, no prendería más la TV, y como vivía sólo, seguro no me costaría trabajo. Mientras estaba pensando todo eso, abrí la puerta, dejé mi mochila sobre el sofá y acto seguido, tomé el control y encendí la televisión. Me encaminé hacia la cocina para servirme un vaso de agua, y ya estando allá con el vaso vacío en la mano, quedé impresionado al darme cuenta de que sin pensarlo, ya había encendido la TV. Como me lo había propuesto, regresé, tomé el control de la TV, y al presionar el botón para apagarla, pasó algo curioso y al mismo tiempo aterrador. No sólo la casa había quedado en silencio, sino también todo dentro de mi cabeza. Había llegado tan lejos como había querido, pero ¿y ahora qué?
Me senté en el sofá, cerca de mis cosas de la escuela y ahí permanecí un par de minutos y después de eso, sin estar consciente de lo que hacía mi dedo al deslizarse por los botones del control, volví a encender el televisor y mágicamente las ideas volvieron a mi cabeza. Recordé que tenía que hacer tarea, lavar ropa, comer y alistarme para salir a trabajar. Esta vez, antes de apagar la televisión, me visualicé haciendo cada una de esas actividades. Nuevamente apagué la televisión y esta vez cumplí con todo lo que había pensado, pero con muchísimo tiempo de sobra.
Nuevamente me senté sobre el sofá de la sala y vi que me sobraban dos horas para irme a trabajar. No lo creía. Medité bastante en qué debía de hacer con ese tiempo y al final salí a platicar con mi vecina del departamento de abajo. Le conté sobre mi pequeño experimento y sobre las dos horas libres que ahora tenía. Me sugirió que siguiera así, hasta ver cuántas actividades de las que había estado postergando podía completar. Me encantó y le dije que ella llevaría los resultados de los siguientes 7 días.
Para el “final” del experimento, a la siguiente semana, ya había lavado toda mi ropa, había hecho el aseo de toda la casa (incluyendo el baño al que siempre le huía), había entregado todas mis tareas, había duplicado mis horas de entrenamiento y estaba escribiendo mis primeros cuentos. Decidí que el experimento debía de prolongarse mucho tiempo más, pero esta vez yo llevaría los resultados.
Nunca fui malo en la escuela de comunicaciones, pero los siguientes meses comencé a sobresalir bastante. No sólo mis notas eran de 10, sino que ahora participaba en muchas más actividades con otros profesores. Comencé a ir a la escuela los sábados y ahí aprendí a editar fotografía, audio y video. Conocí a los profesores y alumnos de los sábados y de ahí me llevé muchos buenos amigos e incluso, gracias al profesor de los sábados pude conseguir el trabajo que actualmente tengo. Gracias Tuko.
Tal vez será que le estoy dando demasiada importancia al hecho de dejar de ver la televisión, pero yo estoy seguro de que fue como despertar, despertar de un estado en el que no puedes protagonizar tu vida y te limitas vivirla como espectador. Fue como vivir aletargado.
Hoy tengo los ojos bien abiertos y no permito que algo como la televisión me vuelva a hacer sentir que no está mal ser un poco perezoso.
Tal vez no te esté pasando con la televisión, pero ¿qué me dices del internet? Te invito a hacer el experimento sólo por una semana. Cuéntale a alguna persona de confianza lo que pretendes y que esta lleve resultados diarios durante los siguientes 6 días. Vive tu vida lejos de las distracciones de las redes sociales. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Tal vez este sea el comienzo de uno de esos sueños que llevas tiempo postergando.