Este fin de semana cuando vaya a la escuela, tendré que hacer una exposición en inglés que dure 30 minutos y que deje algo relevante (con aspiraciones de trascendencia) en la vida de mis compañeros. Sin duda me atemoriza, pero también me llena de felicidad. El miedo que precede al crecimiento de mis habilidades siempre ha sido un potente estimulante, pero al mismo tiempo…
El primer trabajo que tuve fue haciendo mercancía para el comercio informal, así que a los 10 años, al tiempo que cursaba la primaria ya pasaba mi tiempo libre jugando a que trabajaba. Para los 14 cuando estudiaba la secundaria, tuve un pequeño encuentro con el oficio de la albañilería, pero no duró ya que me ofrecieron ser comerciante de temporada en el centro histórico de la Ciudad de México, así que acepté. Al terminar la secundaria todo se volvió confuso respecto a lo que quería hacer con mi vida, pues era divertido trabajar y además me hacía tener mi propio dinero, por otro lado en la escuela sólo aprendía cosas para conseguir una nota que realmente no quería. Después de presentar un examen, olvidaba todos esos conocimientos. Así que tomé un año en el que sólo trabajé.
Durante ese año adquirí habilidades que no hubiera podido aprender en la escuela y que me abrirían muchísimas puertas en la vida, pero la que destacó por mucho fue la habilidad de vender. Vender implicó no sólo saber intercambiar dinero por un producto, sino también intercambiar dinero por un servicio. Servicio que sin duda sólo podía ofrecer yo, o por lo menos eso era lo que uno como vendedor tenía que hacerle creer al posible comprador. Al final algo me hizo querer dejar todo eso, sabiendo que ya había obtenido la habilidad que había estado deseando y fueron los rostros cansados y maltrechos de las personas que se dedicaban al comercio desde hacía décadas. Rostros apagados que muchas veces se lamentaban por no tener mi edad y poder ponerse a estudiar de nuevo. Al final siempre encontraban la manera de justificarse y consolarse ellos mismos con frases como: «eran otros tiempos y que no había de otra mas que trabajar».
Al termino de ese año me inscribí en una escuela para estudiar la preparatoria y de manera simultánea una carrera técnica de programación y análisis de sistemas. Por ese tiempo comencé a trabajar en la seguridad de restaurantes bar en la Ciudad de México. No tengo idea de cuántas personas sacamos ahogados de borrachos, ni cuántas veces tuve que parar una riña de bar o comenzar otra. Tampoco conté las veces que hablamos a los paramédicos para salvar a más de una chica de una congestión alcohólica. Lo que serían un par de años, mientras terminaba la preparatoria se convirtieron en siete años, pues al terminar la carrera de programación y análisis de sistemas me di cuenta de que eso realmente no era lo mío, que me sería útil sí, pero que no me quería dedicar a ello. Por lo cual seguí en el medio de la seguridad para bares, hasta convertirme en coordinador de toda la zona norte de la Ciudad de México, con más de 10 lugares a mi cargo. De ese trabajo volví a llevarme una gran herramienta igual de importante para abrir puertas en el mundo real, lejos de la seguridad de las aulas y ésta era el planteamiento correcto de esa magnánima farsa llamada seguridad. No sólo el brindarle seguridad a las personas a base de fuerza, sino también mostrarme seguro y determinado para poder transmitir eso a los demás. Descubrí que toda esa inseguridad que sentía yo, todos la sentían, pero el truco estaba en saber montar esa ilusión.
Cuando terminé de estudiar la carrera técnica de programación y análisis de sistemas, me vi de nuevo sin saber qué hacer con mi vida, así que me tomé un año para seguir trabajando mientras encontraba qué quería hacer por el resto de mi vida, pero no resolví nada mejor que irme a vivir solo y entonces pasó otro año. Cuando más desesperado estaba con ese vacío que solía llenar bastante bien con alcohol y cigarro apareció frente a mí la oportunidad de estudiar comunicaciones. Un amigo me dijo de qué se trataba y que con eso podría ser locutor o hasta cineasta (claro que se fue de cero a cien), pero la idea me encantó, pero… Al ver lo que ganaba me di cuenta que no me alcanzaba para pagar la escuela, la renta y la comida al mismo tiempo. Tenía que sacrificar algo para poder dar ese paso. Me decidí por el alcohol y los cigarros, pero haciendo cuentas nuevamente, no me alcanzaba para la universidad. Entonces me animé por una carrera técnica de comunicaciones y publicidad. No pude haber hecho mejor elección. Por ese tiempo comencé a salir a pequeños eventos con uno de los profesores, así que además de mis ingresos en la empresa de seguridad también tenía ingresos por mis fotografías en eventos sociales. Comencé a viajar un poco, pues ahora me requerían en viajes a playas para poder sacar fotografías de bodas a la orilla del mar o sobre un yate.
Ese fue el lugar donde todo lo que había aprendido fuera de la escuela comenzó a juntarse y adquirir forma. Mis conocimientos como programador me ayudaron a entrar a radio y la seguridad que aparentaba todo el tiempo se hizo presente al estar detrás de un micrófono.
Al terminar la escuela pasé otro año sin estudiar, con pequeños trabajos que me ayudaran a sobrevivir, pero fue difícil, pues poco a poco la gente dejaba de creer en mí, así que busqué a la persona más importante para venderle lo que yo soy. Me encontré conmigo mismo, frente al espejo, vendiéndole un sueño, sin saber si realmente lograría la mayor venta de mi vida. Ese día lloré mucho.
Después de eso, encontré un trabajo increíble con una gran figura pública de la ciudad de México (y por los viajes que hemos hecho juntos a otros países, también de Centro y Sudamérica). La vida aquí ha sido mucho trabajo duro y constante, pero también sumamente gratificante. Aquí he aprendido tantas cosas como jamás hubiera podido aprender en una escuela.
Últimamente miro a mis amigos y amigas universitarios y pienso que me habría encantado haber pasado por la universidad y vivir todo lo que ellos están viviendo. Pero también escucho la voz de mi amigo Tuko quien alguna vez me dijo que muchos de nosotros hemos también hemos hecho carrera, pero a nuestro modo.
No tenemos un papel que nos valide ante la sociedad, pero sin duda tras nosotros viene impulsándonos un montón de experiencia que nos respalda.
Está de sobra decir que en cuanto pude volví a la escuela, esta vez de idiomas, y por supuesto, en cuanto termine ese ciclo daré paso a uno nuevo dentro de otro instituto.
Pienso que me gustaría dar clases algún día en la universidad, pero para ello ocupo una maestría, así que tal vez, al final sí termine cursando esa etapa… Aun queda mucho por escribir, pero si quieren un consejo mío sería, no importa cómo, pero hagan carrera en esta vida.
«La gente piensa que enfocarse significa decir sí a aquello en lo que te enfocas, pero no es así. Significa decir no a otras cientos de ideas buenas que hay.»
Steve Jobs