No sé dónde estaría ahora sin las personas que han creído en mí, pero sí sé que sería un lugar horrible y lejos de la vida privilegiada que ahora llevo. No quiero que se me malinterprete, ya que no me refiero a los bienes materiales sino a algo mucho más importante: la relación conmigo mismo.
Conozco gente de todas las clases sociales que proyecta lo frustrado que está consigo en cada una de las palabras que de su boca emerge. Siempre dirigiéndose despectivamente a aquellos que están por debajo de ellos en la jerarquía (laboral, familiar o de cualquier tipo). Personas volátiles y con un aparentemente perpetuo mal humor. Cada una de las acciones que emplean para lastimar no es mas que un reflejo de lo lastimados que están por dentro. De lo insatisfechos de sí mismos.
Cuando era niño, me topé con infinidad de estas personas. Desde profesores hasta compañeros y “amigos”. De hecho, hoy en día me sigo encontrando con ellos. Pero por aquél entonces un compañerito de primaria me contó que de grande quería ser doctor y recuerdo cómo los compañeros lo ridiculizaron por no pensar como ellos, en ser futbolista. De hecho una maestra lo presenció todo y la vi sonreír burlona al mirar a mi amigo con su piel tostada por el sol, sus cabellos negros, necios, y sus zapatos rotos y llenos de tierra.
–Roger, ¿sabes cuánto cuesta una carrera de medicina? –Dijo la maestra y luego meneó la cabeza en desaprobación.
Regresé la mirada a mi amigo y vi el momento justo en que la ilusión de ser doctor se perdió para siempre de sus ojos.
Desde ese momento sentí miedo de contar las cosas que esperaba de mí mismo, porque en cualquier momento, me terminaría por creer eso que todos dirían que yo sería; un vago, un borracho, un don nadie… Sólo le conté a mis mejores amigos que de grande quería ser locutor como los de radioactivo, que me gustaría hacer videoclips como los de Metallica, películas y cortometrajes como los del Canal Once y que quería ser escritor de terror como Stephen King.
Tuve la fortuna de encontrar que la mayoría de mis mejores amigos eran soñadores, igual que yo. Que nos aferramos a nuestros sueños y nos apoyamos a nosotros mismos. Que en lugar de padres matasueños nos criaron visionarios de valores esclavizados por un oficio, y que lo último que querían para nosotros era una vida igual a la de ellos. Madres que nos dijeron “Te hice perfecto y capaz de cualquier cosa que te propongas” y padres que tenían por lema “En lo que sea, pero el mejor”.
“Se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche”
Jackson Brown