Entré a la parte de controles en la cabina de radio y me sorprendió escuchar a un locutor tan diestro. Tenía ritmo y su voz proyectaba muchísima alegría. Inmediatamente me sentí respaldado.
A pesar de que no compartíamos muchos temas en común, bastó con enterarnos de que los dos amábamos las comunicaciones para comenzar una gran amistad.
Saber que en cabina habría más locutores así de aptos, me hacía pensar que no tardaríamos mucho en levantar los números de la estación.
Al principio compartimos ideas para mejorar los programas de radio y emplear los recursos que estuvieran a mano. Seguidos de nosotros, los demás programas comenzaron a implementar lo que ya nos había funcionado y así comenzamos a ganar reconocimiento dentro de los pasillos de la estación.
Comenzamos a salir para hacer deporte y coincidimos con que yo había dejado hace poco el alcohol y el cigarro, y él nunca los había probado, pues le parecían vicios absurdos que no conducían a ningún lado.
Más adelante me confesó que de hecho sentía un fuerte resentimiento hacia el alcohol, pues su papá había bebido muchísimo y eso fue en gran parte el motivo por el cual su familia se fragmentara.
Durante el tiempo que convivimos diariamente, compartimos alegrías y por supuesto derrotas. Al final, esa etapa concluyó cuando a muchos se nos presentó una oportunidad para seguir creciendo.
Eventualmente dejamos la estación y cada uno dedicó su vida a las comunicaciones.
Esa generación hoy está dispersa por los cuatro vientos. Hay locutores, productores, escritores y empresarios. La mayoría vio en las comunicaciones un estilo de vida.
Pasados los años, aquél magnífico locutor se convirtió en un pequeño empresario creando un nuevo concepto de estudio de producción. Aunque no fue desde el principio la gran bomba mediática, poco a poco las cosas comenzaron a marchar increíbles para él y su negocio, pero el éxito, al igual que todo en esta vida, tiene un precio y en este caso fue el de no poder desarrollar una vida en pareja, pues la mayor parte de su tiempo la invertía en hacer realidad sus sueños.
Hace un año y medio conoció a una persona que comenzó a robarle suspiros y en redes sociales todos nos enteramos de lo especial que esta persona comenzaba a ser para su vida. Se les veía como dos enamorados de 15 años. Intercambiando palabras lindas, videos románticos, fotografías juntos y memes jocosos. La cosa se puso tan seria que ella cambió su nombre de perfil a señora de… De hecho siguieron avanzando la relación al punto de que ya se hablaba de boda. Sin duda nos pareció a todos muy precipitado, pero el amor es una fuerza poderosa. La parte difícil viene cuando el amor se repliega y sólo queda la realidad.
Hace poco terminaron y aquí es donde viene la parte difícil.
Esas redes sociales que algún día estuvieron plagadas de mensajes románticos, hoy estaban llenas de fotografías y videos de él bebiendo.
Al principio creí que era broma, porque lo tenía muy presente en mis recuerdos diciendo que odiaba el alcohol, pero eventualmente comprendí que realmente estaba bebiendo. Me dolió verlo así.
Mis primeros pensamientos fueron para juzgar.
Pensé que eso era un acto de inmadurez e irresponsabilidad. Me duele confesar que lo vi para abajo, olvidando completamente que alguna vez yo estuve ahí.
Medité mucho y dejé de mirarlo desde mi aparente empatía, donde decía: «Si yo fuera él» o «Si yo estuviera en su lugar», y me centré en ver las cosas desde su realidad, con sus recursos tanto físicos, mentales y emocionales. Porque es fácil decir qué hacer con la vida de alguien más, pero cuando tú estás ahí, con el corazón roto, sin amigos a la mano y con la promesa de una solución frente a ti, llamada alcohol, las cosas dejan de parecer tan sencillas. Porque en ese caso, se nos puede acercar un millonario y decirnos que no somos ricos porque no queremos, pero realmente no contamos con todos sus conocimientos y experiencias y ahí las cosas se invierten.
¿Por qué no la olvida y ya? ¿Por qué no se valora a sí mismo y ya?… Tú lector ¿Por qué no te haces millonario y ya? ¿Por qué no estudias la bolsa mexicana y ya?
Comprendí que no estaba viendo el problema desde él, sino desde mí.
Comprendí que ahí había una persona levantando la mano y diciendo «Aquí estoy y me duele algo» Los demás no estuvimos ahí para él cuando esto pasó, pero ¿saben quién si estuvo? El alcohol, las fiestas y las malas compañías.
Lo vi en un video beber a bordo de un coche, con más “amigos” cantando todos juntos canciones de dolor.
Sentí ganas de decirle, «Ahora entiendes más a tu padre. Tal vez ahora se puedan llevar mejor».
Pero herirlo no era la solución.
Hace unas noches hablé con él y me platicó todos los detalles.
Me dolió que no me hubiera platicado antes estas cosas, porque quería acompañarlo en su dolor, pero también entendí que yo no había compartido con él mis momentos más difíciles, y eso se volvió un ciclo: Yo no comparto con nadie, nadie comparte conmigo.
Tal vez yo no iba a resolver sus problemas, pero al menos estaría ahí para él y eso nos haría sentir que no estamos solos. Que sí se puede salir adelante. Que sí hay un mañana.
Hoy amanecí con la noticia de que el vocalista de Audioslave, Chris Cornell, se suicidó. No sé los pensamientos que lo llevaron a cometer tal acto, pero sí creo que el saber vivir nuestro dolor y compartir las cosas que nos ponen “mal”, pueden salvarnos la vida. Desafortunadamente trabajamos mucho en nuestro desarrollo físico y mental, pero muy poco en nuestro desarrollo emocional.
And if you don’t believe the sun will rise, stand alone and greet the coming night in the last remaining light.
Chris Cornell