La semana pasada tuve el honor de ser invitado por la Federación de Colegios en Ginecología para participar en una mesa acerca de la depresión en las diferentes etapas de la vida de la mujer y de cómo estás estadísticas se estaban modificando en las secuelas de la pandemia de la COVID-19. La participación se abrió afuera del gremio médico y se permitió que público en general estuviera al pendiente de esta información. Para mi sorpresa, en épocas donde la oferta de webinars ya ha saturado a la demanda, las inscripciones a la ponencia se llenaron en pocas horas ya que tocamos un punto sensible de interés.
Hablamos de como existen dos picos en la vida de las mujeres donde se incrementan exponencialmente los índices de problemas afectivos. El inicio del despertar hormonal en la adolescencia y la adultez joven, sumados a los retos de forjar una personalidad propia e iniciar su camino en la vida; y un segundo momento, el del periclimaterio donde cerca del 50% de ellas presentan problemas de ansiedad y depresión suficientemente intensos para merecer manejo especializado. Es indispensable reconocer estos momentos, las causas que son de facilitación biológica y de complicación ambiental y donde, el echarle ganas, no es suficiente para estar mejor.
Así mismo, expusimos de cómo en la época de confinamiento y de nueva normalidad, el rol de las mujeres, como profesionistas, parejas, madres, maestras accesorias, organizadoras del hogar y seres humanos afectados por los acontecimientos; representaba retos especiales a los cuales es mandatorio ponerles atención, vigilarlos y en su momento, detectar correctamente el tiempo para pedir ayuda y hacerlo de forma acertada.
Resultó un tema de amplio interés y del que seguramente haremos segundas partes en las siguientes semanas.