¿Cuántas veces, por más que entiendas que algo no te hace bien, lo sigues haciendo? ¿Has perdido más de una relación de la misma manera? ¿Sigues regresando con ese ex con el que no vas a ningún lado? Si dijiste que sí a alguna de estas preguntas, esta columna es para ti.
Recuerdo que desde muy niño me gusta cocinar y algo que tengo muy grabado, hasta la fecha, son todas y cada una de las quemadas que tuve cada que hice cosas que no debía en la cocina… como echarle agua al aceite y esas cosas. También tengo muchos recuerdos de cuando aprendi a andar en bicicleta, todos esos raspones y moretones ó cuando me rompi la rodilla y aprendí que hacer deporte sin el equipo adecuado, no es una buena opción. En todos estos casos, mi maestro fue el mismo: el dolor.
Físicamente, tenemos muy claro para qué nos sirve el dolor, por un lado nos muestra que algo no está bien y por el otro, nos enseña a no volver a cometer el mismo error. Generalmente, cuando te metes un buen golpe, el dolor hace que estés atento y no vuelvas a cometer ese mismo error, de menos no de la misma manera.
Lo curioso es que el dolor emocional sirve exactamente para lo mismo, sólo que –por alguna extraña razón- pensamos que ese puede “entender” o “controlar”; es decir, creemos que es negociabe. Por ejemplo, cuando terminamos una relación de pareja y buscamos otras rápidamente para no vivir el dolor, salimos mucho, hacemos drama, nos vamos de fiesta, nos da por salir de compras, trabajamos más… hacemos miles de cosas para correr del dolor.
Hace poco escuché a un neurólogo en el radio que estuvo platicando de un estudio que dice que el 95% de las parejas que regresan para evitar el dolor, terminan peor la segunda vez. Si entendemos cómo funciona el dolor, podemos entender la lógica en esto. Si no me doy permiso de vivir el dolor de mis errores y aprender; regreso contigo para no vivir el dolor, para correr de él y no estar ni sentirme solo(a). Hacer esto, implica que no tomé la lección (aunque mi cabeza ya lo haya entendido, es el dolor el que “graba” la lección) y por lo tanto, se convierte en crónica de una muerte anunciada.
Por ejemplo, muchos de mis pacientes que han regresando con ex parejas después de vivir el dolor y tomar las lecciones y la historia ha sido muy distinta; la relación es mucho más bonita con el nuevo conocimiento adquirido y aún si –finalmente- terminan, lo hacen por razones distinta a la anterior y desde un lugar mucho más amoroso y saludable para ambos.
El dolor emocional nos sirve para aprender, quizá la muerte de un ser querido duele por la ausencia, pero también puede estarme diciendo “pude haber disfrutado mas esta relación”. Ó también, por ejemplo, cuando me duelen las criticas, quiza haya una parte de verdad en ellas y ese dolor es el que me va a ayudar a mejorar.
Esta semana, de tarea, me gustaría que revisaras qué dolores no te has dado permiso de sentir, para que puedas empezar a ver algunos de los aprendizajes que han quedado en el tintero… y quién sabe, en una de esas, descubres que esos tropezones que has dado una y mil veces, tienen solución y el precio es muy sencillo… atreverte a atravesar el dolor.