Estábamos escuchando la radio en el trabajo y de pronto comenzó a sonar una canción de Maluma –la polémica cuatro babys– y mi compañera la quitó abruptamente. Desde luego entendía que tenía razones de sobra para hacerlo, pues recientemente había visto un video de un grupo de mujeres que leían la letra de la canción y sin duda me parecía que hacía ostento de un mensaje sumamente denigrante:
El problema era que realmente estaba interesado en escucharla por primera vez, pues me soy un fanático de la producción de audio y video. Así que le pregunté por qué la había quitado.
–Es que no me gusta.
–Segura ya te debe tener harta de escucharla en todos lados.
–Realmente no la he escuchado nunca –Respondió con un tono realmente ácido–, y no quiero empezar.
–¿Pero cómo puedes decir que no te gusta si no la has escuchado?
–Porque –Dijo en un tono realmente áspero–, ya he escuchado a Maluma y no me gusta cómo canta.
–Eso es como juzgar a un libro por su portada, o peor aún, por su autor. Eso es…
–No lo voy a escuchar y si quieres ponte tus audífonos y escúchalo solo.
Me quedé mudo, pero ese silencio no era otra cosa que la incapacidad de expresar dolor.
Me levanté de mi asiento y fui por mi mochila y mi cámara. Tenía que salir a una estación de radio a grabar una capsula y así hice.
Con la mochila en el hombre y antes de dejar la oficina me invadieron unas ganas terribles de decirle algo hiriente, pero esas cosas ya no se me dan tan bien como cuando era adolescente. Así que me despedí de todos.
En el camino no podía dejar de pensar qué era eso que me había lastimado tanto. Poco a poco comencé a descubrir que si me lo hubiera dicho alguien más, pensaría que era como tratar de enseñarle a multiplicar a un simio; difícil, pero no imposible. Y por supuesto no era mi trabajo ni propósito de vida hacer eso, pero en cambio, estaba frente a una de mis más queridas amigas, que además de todo es muy inteligente, pero esta vez todo raciocinio se había esfumado detrás de una actitud hostil.
Avancé dos cuadras cuando me detuve y tomé la determinación de hacer algo que nunca hago y eso fue hacerle saber lo que sentía. Así que saqué el teléfono y escribí:
–Mi intención no era obligarte a emprender ninguna acción opuesta a tu criterio, sino exponer que no puedes juzgar a un libro por su apariencia o por su autor. Qué de cualquier persona podemos aprender, ya sea de sus logros o de sus errores. Me lastimó tu comentario y siento resentimiento hacia ti, pero sé que nuestra amistad es mil veces más importante y esas cosas me las sacudo con facilidad. Sólo quiero que sepas que los comentarios que más me lastiman vienen de la gente que quiero.
–¿Pero qué comentario te lastimó? –Eso fue un momento revelador. Yo había asumido que me había respondido así porque quería lastimarme–, jamás fue mi intención y te pido una disculpa. Ni siquiera me di cuenta que te haya agredido o insultado… O no sé lo que haya provocado en ti –Realmente estaba sorprendido porque me parecía sincero.
–No te preocupes –Escribí inmerso en esta nueva ola de pensamientos reconfortantes.
–Jamás me enojé –Agregó–, ni me sentí obligada a algo, solo te dije que ya había escuchado si música y que no me gusta. No lo estoy juzgando sin conocer, ya conozco lo que hace y digo hay gente que le gusta y está bien. Sería imposible pedir que a todos que les guste lo que a mí. Es solo que a mí no me agrada. Y sí me preocupa. Quiero que me digas qué exactamente te lastimó, por que me importas y no fue mi intención lastimar a alguien que quiero.
–Bueno, sí soy exacto –Reflexioné un momento–, creo que lo que me lastimó fue que no tomarás en cuenta lo que decía y no vieras que mi argumento no estaba peleado con lo que argumentabas tú. No nos tiene que gustar a todos lo mismo, pero si nos abrimos a experimentar podemos aprender todos de todo.
–No es que no tomara en cuenta lo que decías, más bien no entendí esa parte… Lo que yo entendí que decías era que yo estaba juzgando sin conocer. Claro que siempre es bueno experimentar y aprender de todos, de hecho, hay veces que me he sorprendido al probar algo que pensaría ni de broma me gustaría y termino haciéndolo. O que según yo sabía y nada que ver. En fin, sólo quería que entendieras que la música de él no me gusta. Siempre se me ha hecho degradante para la mujer toda la cuestión del regaeton. Te repito, de corazón te pido una disculpa, no me di cuenta que tu punto era otro, y menos que te había hecho sentir mal.
Al final guardé mi teléfono y continué camino a la misión encomendada. Meditando en todas las veces que en lugar de expresar lo que sentía me había limitado a creer que me habían lastimado con completa consciencia. En otras palabras ¿Cuánto tiempo llevo tratando de evadir mi sentir y al mismo tiempo responsabilizando a alguien más de esas emociones?
A veces las personas nos pueden lastimar sin querer y puede parecer un detalle sin importancia, pero no prestar atención a ello, eventualmente hará que una relación hermosa termine por fracturarse y tristemente hasta romperse y jamás volver a repararse.
¿Hace cuánto que no somos sinceros con los demás, pero sobre todo con nosotros mismos?
Podemos evadir la realidad, pero no podemos evadir las consecuencias de evadir la realidad.
Ayn Rand.