En estos días de alertas sanitarias, primero por el Virus Zika, sus malestares y el riesgo de nacimientos con microcefalia; y después, por el brote actual de influenza estacional, que nos rememora al de 2010 cuando conocimos la “Psicosis” de una epidemia; el consultorio se me ha llenado de pacientes con miedos racionales, pero sobre todo con MIEDOS IRRACIONALES a presentar enfermedades.
Las fobias son los padecimientos psiquiátricos más frecuentes en todas las poblaciones del mundo. En México se calcula que el 33% de la población cuenta con alguna fobia significativa. Los componentes de un miedo fóbico son el miedo irracional a exponerse a un estímulo, mismo miedo que no cede ante los argumentos lógicos de que mi miedo no tiene fundamentos y la conducta evitativa marcada y repetida cada que se me presenta el estímulo enfrente. Las fobias pueden tener casi cualquier tema que se nos ocurra: animales, sangre, alturas, espacios abiertos, espacios cerrados, y por supuesto a adquirir enfermedades. Al ser expuestos a estos estímulos, la persona que padece la fobia tiene sólo dos caminos: correr y evitar estar enfrente del estímulo; y si no lo puede evitar, exponerse a este, sufriendo de una ansiedad exagerada que le refuerza el conocimiento del miedo que se le tiene a esta situación. Es por eso que el camino equivocado para deshacerse de una fobia es la exposición extrema al estímulo. Los mejores ejemplos de esto es llevar al mirador de la Torre Latinoamericana a alguien que padece de miedo a las alturas o meter al elevador lleno de la Torre Mayor a las 12 del día a una persona que sufre de miedo a los espacios cerrados.
El camino correcto para salir delante de una fobia es, primero decidir si tu fobia afecta tu vida de tal manera que no te permite funcionar en tu vida cotidiana; y si la respuesta es sí, acudir a recibir una terapia cognitivo conductual que en un plazo de 10-12 sesiones te ayudará a resolverla de la mejor manera.