Tenía la esperanza de que estuviera confundido, pero era casi imposible. No podía creer lo que me estaban contando sobre aquel profesor de física, química y filosofía que durante tantos años se enfundó en sus gastadas botas militares para motivar a cientos de alumnos a cambiar el mundo. El mismo profesor que me ayudó a creer más en mis ideales que en cualquier otra persona. El mismo que me había enseñado tanto de química como de la condición humana y las consecuencias de la indiferencia, le irresponsabilidad y la ignorancia. Sé que es cruel lo que estoy a punto de escribir, pero es la realidad de las emociones que recorrieron todo mi cuerpo. Habría preferido que me dijera que había muerto, que escuchar la cruel verdad:
–Ya es otro profesor que sólo va por su paga.
–¿Qué? ¿Estamos hablando de…?
–Sí, lo acabo de ver y ya no queda nada de lo que tú y yo conocimos cuando nos daba clases.
–¿Pero…, Por qué?
–Ahora se sienta en su escritorio y los pone a leer y a resolver los ejercicios del libro.
–¿Ya no salen de las aulas?, ¿ya no cuenta historias sobre la revolución?, ¿ya no invita a sus alumnos a cuestionar sus propias acciones?
–No. Ahora se le ve cansado. Ya se apagó ese fuego.
Fue un golpe duro viniendo del riguroso analista de quien vino el comentario.
Esa noche me tiré a la cama con a mirada perdida en el techo de la habitación, sin dejar de pensar en qué fue lo que le pasó. ¿Quién mató su convicción? ¿Fue una contundente acción venida del sistema?, ¿fue una diabólica epifanía?, ¿o simplemente se trató del peso de la rutina?; De la incansable labor del profesor que trabaja el doble para recibir menos que aquel que no se esfuerza, y que llega a su casa con la titánica responsabilidad de educar a sus propios hijos, sin descuidar su deber como proveedor, marido y amante.
¿En que momento dejó las trincheras desde donde combatía la ignorancia y el conformismo?
Pensar en lo que él representaba para mí, me hizo pensar en lo que yo represento para otros. Ponerme en contacto con esa tristeza e impotencia me hizo llegar a una determinación que ya había tomado muchos años antes; cuando vi a una persona que amo con el corazón pulverizado y los ojos repletos de llanto por la infidelidad de la persona que amaba. En aquél entonces lo dije: nunca le voy a causar ese dolor a nadie. Nunca le voy a ser infiel a ninguna de las parejas que llegue a tener.
Esa noche, sobre la cama me hice nuevamente un juramento con la misma convicción: nunca le voy a causar este dolor a nadie. Nunca dejaré que mi fuego y la esperanza se apaguen en mis ojos. Porque este mismo fuego no sólo me mantiene vivo, sino también mantiene cálidas a las personas que me rodean. Les da esperanza y calienta su corazón.
Ojalá todos nos diéramos cuenta a tiempo de que creer en nuestros sueños, perseguirlos y conseguirlos ayuda a que las personas que nos rodean tengan esperanza. Esperanza que sirve para que ellos a su vez encuentren el valor para soñar y con suerte, también comiencen a perseguir sus propios sueños y terminen realizándolos.
it’s better to burn out than to fade away
Kurt Cobain