Parafraseando la canción de José Alfredo Jiménez: “Diciembre me gustó pa´ que te vayas”, en el campo de la salud mental, diciembre es un mes pesado y difícil para pacientes y para especialistas.
Es un mes donde es improbable que podamos retirarnos de vacaciones y apagar nuestros teléfonos para poder descansar de este año tan atípico. Son momentos donde predominan desequilibrios en los episodios depresivos mayores, se complementan con eventos derivados del trastorno afectivo estacional; e incluso, cerramos con las crisis que presentan las personas que se encuentran en el espectro bipolar, no siempre depresivas, muchas veces con la otra cara de la moneda, la manía y su euforia incansable. Y que decir de que estas fechas de fin de año son siempre de remembranza de las personas que queremos y que ya no están con nosotros, en este año pasado, o todos los anteriores, pero que quisiéramos que no se hubieran ido y disfrutáramos todavía de su compañía.
Tenemos emergencias de crisis de ansiedad, melancolías extremas o hasta de ganas de no seguir viviendo. Mi intención con este recuento no es mostrar solamente un panorama pesimista, sino alertar sobre situaciones recurrentes cada temporada invernal, sobre las cuales debemos de desarrollar nuestros mecanismos de alerta y detección temprana para atendernos de forma oportuna. TODAS TIENEN SOLUCIÓN, sólo hay que parar bien las orejas y abrir bien los ojos de las emociones.