«Me siento mal, no necesito de nadie»
Seguramente en más de una ocasión nos hemos encontrado a nosotros mismos hablando de esta forma con la mente ofuscada, enfadados y queriendo vivir como un monje en una torre en el desierto, ya que estamos confiados en que la raza humana no tiene nada que aportar a nuestra vida.
Mi respuesta tiene que ser contundente: por más difícil que este la situación, por complicado que sea nuestro problema y haya sido causado a la mala por otros seres humanos… la solución no puede estar en alejarnos del mundo. En los peores momentos de la vida es cuando más necesitamos de nuestra red de apoyo.
Frecuentemente me topo con casos en la consulta donde, están atravesando por un divorcio complicado, lidiando con el duelo de la muerte de un ser querido o con terribles momentos diarios en la oficina; y que dentro de sus esfuerzos de solución han probado de todo menos de algo básico: activar a mi grupo de confianza que están ahí dispuestos a ayudarme. Se los comentó y ponen cara de sorpresa…”pero como no había pensado en esto antes”.
Probablemente la solución no sea que mi esposa vaya a pelear con mi jefe para que me deje salir más temprano, que mi mamá acuda con el juez a pedirle que me baje la pensión alimenticia porque no la puedo pagar o que mi mejor amigo me repita hasta el cansancio que el dolor que siento de la muerte de mi familiar se va a quitar con el tiempo. Pero lo que seguramente si puede hacer mi red de apoyo es estar ahí, no dejarme solo, ofrecerme una opinión de alguien que no esté en medio del problema y seguramente activar a su propia red de apoyo para ayudarnos… el concepto de networking.
Incluso hay cifras contundentes sobre el aislamiento y la soledad. En un análisis de estudios de investigación realizado en la Universidad de Brigham Young se encontró que la soledad incrementa más el riesgo de muerte prematura que el tabaquismo, el alcoholismo o la obesidad.
Por lo tanto, hay que decirlo, nunca es bueno estar solo, pero menos, cuando estamos en dificultades.