Todo es culpa de los demás y de la situación.
Esta semana tuve un caso donde el punto más importante era la aceptación consciente de estar enfermo. Un empresario joven que desde el comienzo del año ha tenido una crisis creciente en su negocio alcanzando ya niveles muy dramáticos. Con el factor agravante que se trata de un negocio familiar, y que estos problemas financieros también implican un rompimiento en la estabilidad de la familia.
Él acudió refiriendo un par de meses con síntomas “desquiciantes” de ansiedad que poco a poco han ido minando su estado de ánimo hasta también alcanzar ya niveles preocupantes de una depresión agregada. Estos malestares han ocasionado que le sea imposible salir a trabajar, no puede enfrentar los problemas, se queda casi todo el día en casa, preguntándole constantemente a su esposa que como lo ve, que si lo ve mejor o lo ve peor. En las últimas semanas el episodio depresivo ansioso ha sido tan fuerte que ya ni siquiera se siente bien estando en su casa, intenta salir a hacer cosas sencillas y ya no se siente bien ni estando en su zona de seguridad ni fuera de ella. Ya había acudido a dos psiquiatras previos que le habían iniciado buenos manejos de fármacos y de psicoterapia, pero no se cumplían las altas expectativas que tenía él de recuperar su funcionalidad de un día para el otro como por arte de magia. Y a pesar de ya estar haciendo tratamiento (de haber roto la barrera psicológica de doblar las manos y acudir con un especialista como un psiquiatra), no había logrado sentirse como el quería.
Vino al consultorio acompañado de su muy preocupada esposa y llenos de información que habían sacado de todos sitios en internet, además de las que le habían dado familiares y amigos bien intencionados. Al revisarlo les explique que se trataba de un episodio depresivo ansioso con una intensidad de moderada a severa y que los tratamientos previos habían sido buenos pero, como cualquier enfermedad en la medicina, hay casos en los que a pesar del manejo adecuado pueden ir empeorando y que por lo mismo ahora se necesitaba ser más “potentes” en el esquema de medicinas, que de hecho en estas siguientes semana no era tan importante la psicoterapia porque el malestar era tan fuerte que primero había que estabilizar el cuadro con el uso de las medicinas.
Para mi sorpresa me encontré con una resistencia férrea, millones de preguntas, múltiples cuestionamientos. Todo el tiempo cambiando de panorama entre que tan grave estaba su enfermedad contra el que nada de lo que pudiéramos hacer lo haría mejorar, todo era culpa de lo mal que le estaba yendo en el negocio. Se le veía la cara de insatisfacción de que no estaba obteniendo una respuesta que él quería… lo malo era que ni él sabía que quería oír. En su descargo hay que decir que la depresión afecta los neurotransmisores que tienen que ver con las funciones ejecutivas como la de tomar decisiones, así que la misma enfermedad lo tenía incapacitado para decidirse a tratarse.
Finalmente, hice lo que se tiene que hacer. Ser claro y terminante. Enunciar rotundamente que SÍ estaba enfermo, que SÍ tenía que tratarse, que SÍ éste era el tratamiento correcto y que SÍ en efecto, si no se trataba no iba a mejorar. Igual se fue molesto y enojado, pero lo bueno es que sé, que va a estar mejor la próxima cita.