En una época en la que está de moda hablar de vacunas y de métodos de prevención contra enfermedades, hay que ser claros mencionando que, también en cuanto a la salud mental, la prevención puede ser una estrategia de avanzada, en contra del enfoque tradicional de responder ante las eventualidades de malestar emocional.
A este respecto, si tenemos que definir una forma de trabajo para evitar presentar episodios de ansiedad, esta ya la tenemos bien definida: combatir la anticipación.
La anticipación, como característica de nuestra personalidad, es necesaria y no forzosamente mala. Nos ayuda a leer entre líneas, a adelantarnos a las consecuencias, a aprender de nuestros errores y a verificar que cuando vemos los mismos elementos, las consecuencias puede que sean las mismas.
Pero, tiene su lado malvado. La anticipación, en su forma exagerada, nos hace prever de más eventos catastróficos que no están pasando en este momento, nos paraliza, nos desmoraliza y nos hace pensar que nuestros esfuerzos probablemente sean en vano, completamente desprovistos de los esfuerzos de nuestra voluntad y a la deriva de los designios de instancias superiores a nosotros mismos.
La vacuna consiste en entrenarnos todos los días, de forma consistente, en que lo único que tenemos seguro es el presente, lo que está pasando en este momento, y sobre lo único en lo que tenemos control absoluto del destino. Esto suena muy fácil, pero es más difícil de lo que se piensa. Hay que fortalecernos segundo a segundo en el aquí y el ahora, hasta conseguir de esta forma de ser todo un hábito.