Tengo algunos días haciendo consciencia en la muerte. Cuando me estoy bañando, la cálida sensación de las pequeñas gotas de agua tibia que se desliza por mi cuerpo, me hace recordar a todas las personas que conocí en Ecatepec y que ya no están vivos; que ya no pueden disfrutar ni de ese insignificante placer. Pensar que muchos de ellos tenían mi edad y eran apenas unos adolescentes cuando perdieron la vida… Me hace sentir triste, pero también agradecido.
Me pongo a recordar a un chico que conocí en la época de la secundaria que murió mientras dormía, con los pulmones llenos de agua. Por esa misma época había otro que fue asesinado de una manera horrible –como la mayoría de los que le siguieron–, le habían dado una paliza entre varios y cuando ya lo tenían en el piso, levantaron una pesada coladera de concreto y se la dejaron caer en la cabeza. Había otro que fue apuñalado por intentar defender a su hermana de un cretino que se la pasaba diciéndole comentarios misóginos. Recuerdo uno más que se la pasaba robando a otros adolescentes de secundaria para comprar chelas y mota, pero un día se fue a Veracruz a pasar las vacaciones y se metió al mar borracho y drogado; nunca más salió. Esos sólo son algunos de los que recuerdo y murieron durante la secundaria, porque estudiando la preparatoria y las carreras, murieron decenas más y de maneras más violentas.
Me pregunto mientras miro cómo el agua se va por la coladera de la regadera, ¿qué harían esos jóvenes hoy, si los dejaran regresar a la vida tan sólo por un día? 24 horas y nada más ¿Cómo sería para ellos despertar después de 15 o 20 años de muertos? ¿Sentirían resentimiento por la vida o agradecerían estar aquí un día más para respirar, llorar, reír, comer, abrazar y amar? ¿A quién sería la primera persona que correrían a buscar?
Ese pensamiento me hace un nudo en la garganta. Me hace sentir miserable y avergonzado. Me hace sentir que estoy desperdiciando el tiempo que tengo sobre la tierra; mirándolo desaparecer con impotencia, como el agua que desaparece en ese oscuro agujero en el suelo.
Hoy aún soy capaz de respirar, beber, comer, dormir, desplazarme y tener relaciones sexuales, acciones que sin duda me producen gran placer, pero también tengo la oportunidad de generar felicidad (que no se debe confundir con el placer), tanto para mí como para las personas que me aman. Tengo la oportunidad de demostrar afecto y recibir con gusto el que se me brinda. Aún tengo la oportunidad de amar y permitirme ser amado.
¿Es tan difícil hacer un poco de espacio en el día para mandar un mensaje con palabras sinceras y auténticas a esas personas especiales en mi vida? ¿Es real cuando digo «no tengo tiempo»?, ¿o sólo me estoy mintiendo para no tener que contactar? Dicen por ahí que siempre tenemos tiempo para las personas que nos importan.
Sus voces están ahí y me hablan a través de mis recuerdos, eso es un regalo que sólo la muerte me puede brindar. Esto es lo que los muertos me cuentan…
“Siempre hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestras vidas”.
John F. Kennedy
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