Cuántas veces has escuchado frases como: «¡No vale la pena estar triste por alguien que no te valoró!» «Ya dale la vuelta a la hoja, ya pasó» (muchas veces, hace un par de días) ó «Hay que distraer a fulanito que estas fechas son muy difíciles para él».
El domingo cumplió dos años de muerto mi papá de amor, suelo no hablar tanto de él, pero muchas cosas de mi vida no existirían si él no hubiera estado. Recuerdo, por ejemplo, que de niños solía regalarnos a mi hermano y a mí dulces, y hacía concursos «el que se lo coma más lento gana»; me ayudó a aprender a disfrutar las cosas y no devorarlas.
Solía leernos cuentos. Aún recuerdo la historia del bollito redondo, que me enseñó que siempre existe alguien más listo que tú y no es bueno abusar de tu inteligencia (además de ser mi primera lección sobre el ego), me enseñó a disfrutar los juegos de mesa y también me enseñó a ser responsable.
Aún muerto me siguió dando lecciones. Mi mamá me comentó que cuando se enojaba con nosotros porque no le marcábamos tanto como ella quisiera, le decía: “Déjalos, así son ellos, pero nos aman y mucho” Fue muy lindo ver que existía gente en mi vida que me conocía tan bien y me aceptaba como soy.
Mi vida no sería remotamente lo que es si no fuera porque él la tocó. El día del aniversario, mi mamá quería que “la distrajéramos” y no supe cómo explicarle que para mí eso no estaba bien. Me costó más de un año poder tocar el dolor de la ausencia de mi padrastro en mi vida y por paradójico que suene, pocas cosas me han dado tanto gusto como cuando por fin pude tocar ese dolor.
Él se merece mi dolor y se merece cada lagrima que salga de mi corazón, también se merece cada sonrisa y cada aprendizaje aplicado y haciendo mi vida más plena. No hablo de estar activamente rascando una herida y buscando que duela. Hablo más bien de cuando el dolor aparece y la tristeza viene, se vale vivirla mientras dure, porque esa historia lo merece.
Probablemente estés pensando “claro con él es fácil porque fue una buena persona, pero mi expareja es un maldito y ellos no se merecen mi dolor” Yo le veo varios conflictos a ese pensamiento, pero sólo hablaré de uno en esta columna.
No importa en qué acabó la historia, si te duele el corazón es porque para ti esa historia tiene sentido. Yo no sé si la otra persona merece tus lagrimas o no, lo que sí sé, es que tu mereces esas lagrimas; tú y la historia que soñaste y murió las mercen, pero sobre todo el dolor nos enseña y tu mereces las lecciones que esa historia tiene para mostrarte… para que no vuelvas a cometer los mismos errores.
Me gustaría dejarte de tarea que una vez más, abras el baúl de los recuerdos y vayas a la sección de duelos ¿Cuántas de esas historias se han repetido? ¿Te has dado permiso de aprender del dolor de la historia? ¿Cuántas de las personas que ya no están en tu vida te das permiso de recordarlas? ¿Te das permiso de vivir los dolores y alegrías de los que ya no están?
Con mis experiencias y las de mis pacientes he aprendido que siempre es mejor estar dispuesto a sentir las emociones y darles un sano lugar. Te espero aquí en la columna de Evolución Terapéutica para seguirte acompañando a darle un buen lugar a esas emociones.