En otras participaciones hemos comentado acerca del Trastorno Afectivo Estacional, un desorden que se ha colocado dentro del espectro bipolar, donde es altamente frecuente la presentación de síntomas depresivos que se asocian al final del otoño y comienzo del invierno, y no así, en el resto del año. Siendo parte de la misma moneda, pero en la otra cara, en estas semanas del ciclo anual, el mes de marzo, amanece más temprano, se alarga las horas de exposición a la luz solar, así como la intensidad de la misma, y la temperatura del ambiente. En el entorno general, se guardan los abrigos, sacamos la ropa más ligera y comienzan a usarse colores más vivos; pasamos de largo del día del amor y la amistad y nos enfilamos a las vacaciones de Semana Santa. A nivel del sistema nervioso central, el cerebro también tiene que adaptarse a todas estas modificaciones. Todo un grupo químico, el de las aminas biogénicas; que incluye a la serotonina, la noradrenalina y la dopamina, presentan niveles más altos, con las consecuencias, de menor requerimiento de sueño, el apetito es más ligero, no nos afecta tanto la tristeza, contamos con mayor agilidad mental y tenemos una mayor inclinación por las actividades placenteras.
Es por esto, que aquellos mencionados dentro del espectro bipolar, tienen una tendencia marcada a presentar síntomas completamente contrarios a los de la depresión del fin del año. Duermen menos, tienen más energía, están más contentos, generan una mayor cantidad de planes, llegando a estar exageradamente espontáneos, mas demandantes, rayando por episodios en la intolerancia y la irritabilidad. Todos estos son elementos de los cuadros de hipomanía y manía; que ya hemos comentado en otras participaciones como los que conforman al trastorno bipolar, además de los períodos de depresión. Estas semanas son tradicionalmente, los que presentan una incidencia elevada de presentación de estos desórdenes.
Dr. Edilberto Peña de Leó