Antes que nada, quiero presentarme: soy Amilcar Valdés y aquí es donde -en teoría- debería escribir todos esos logros y cosas por las cuales deberían de leerme; venderme por todo lo que he hecho bien y tratar de impresionarlos… nada es menos yo que eso, me he tardado muchos años en aprender a quererme y aceptarme como soy.
Lo admito, muero de miedo de que lo que lean en estas líneas no les agrade o los aleje de mi; planeo mostrarme y semana a semana darles un pedacito de mi y aunque se que –no forzosamente- será del agrado de todos, también sé, que es lo mejor que tengo para dar.
Hoy quiero platicarles de una parte de mí con la cual he estado muy peleado y mas de una vez he pensado que sin ella, mi vida seria mas fácil. Hablo de esta vocecita que me susurra al oído “nadie te va a leer”, “no tienes nada que decir”, “a nadie le va a gustar lo que digas”… Mi inseguridad.
Durante muchos años traté de callarla, llegué a hacer muchas cosas bien tratando de cerrarle la boca: ganar concursos, aprender mucho, demostrar que sé… y nada la calló. También traté de ignorarla pero sólo se hacía más fuerte. Justo ahora la escucho diciendo “con esta presentación sólo lograrás correr a los que te lean”.
Entonces ¿cómo puedo escuchar esa voz y seguir escribiendo? Hace muchos años hice las paces con ella, decidí invitarle un café y platicar horas… descubrí que es ese amigo incómodo que te dice lo que piensa sin pelos en la boca, sólo que, al ser una parte de mí es mas acertada. Platicando con ella descubrí que siempre me muestra una de dos cosas: algo que tengo que mejorar (como mi ortografía y redacción) o algo que creo de mí (que soy aburrido o no tengo nada que decir).
En el primer caso, la escucho, observo en qué tiene razón y comienzo a darle manos a la obra. Pongo más atención cuando leo, escribo y pido que me corrijan para observar dónde fallo y también reconozco como, poco a poco, voy mejorando. Notar que avanzo es importante para tener energías para continuar.
Gracias a esa vocecita, pido apoyo para escribir estas líneas, me acerco a personas que redacten bien y les pido que me apoyen revisándolo. También me acerco a personas que no compartan mi punto de vista, para ver si lo que digo se entiende. Y tengo muy cerca a la gente que me quiere para que me acompañen en esta nueva empresa, me ayuden a no tirar la toalla y aprender de mis errores.
Mi invitación esta semana es que le invites un café a esa parte de ti que te dice lo que haces mal, le pidas que sea lo menos grosera posible (seamos honestos, esa parte de nosotros no tiene un léxico refinado) y te diga que áreas puedes mejorar, quizá –incluso- te mencione que podrías disfrutar un poco más a tus hijos o amigos, puede pedirte que te des chance de hacer lo que te gusta o reclamarte por hacer o no dejar de hacer algo. Toma nota, escoge la más fácil y comienza a dar pasitos para cambiarla, no olvides reconocer el avance… para tener motivación.
Si te dice cosas que no son ciertas, pero crees de ti (soy feo y -en realidad- eres guapo o soy flojo, cuando trabajas 10 horas), también toma nota y espera mi siguiente columna donde les platicaré qué hacer cuando tengo sensaciones que no son reales.