Esta semana en mis redes sociales, causó muchos comentarios un artículo de www.elpais.com que compartí sobre un psicólogo israelí con gran experiencia en el ejército, que hace una declaración contundente: el hecho de que, potenciado por la pandemia, nos encontramos con casos de niños de 7 años que han manifestado ideación suicida. Es ya de por sí un tema que resulta chocante para todos aquellos que somos padres o tenemos contacto frecuente con poblaciones infantiles y adolescentes. Pero hay que revirar con un complemento igual de fuerte a la notoriedad de la primera declaración: nos encontramos con un incremento de estos problemas, pero para nada es un fenómeno nuevo, y las depresiones y desórdenes de ansiedad en estas edades se han presentado desde que se conocen estas patologías en la historia de la humanidad.
El artículo es muy atinado en mencionar el principal factor causal de este aumento: el estrés. Esta es una emoción que es natural en las personas, que no podemos evitar conocer, pero que en intensidad desmedida y sin manejos adecuados puede ser increíblemente dañina, inclusive, modificar mi información genética y cambiar la forma de responder ante este estímulo que tenga yo, y mis generaciones por venir.
El objetivo principal de notas como estas es claro. Los mejores elementos con los que contamos para poder contener las afecciones secundarias del estrés son los controles de un estilo de vida saludable; el sueño reparador, la alimentación de tipo mediterráneo y anti inflamatoria, la actividad física constante y el aprendizaje de técnicas reguladores de las consecuencias del estrés como el mindfulness. Dejando en claro, que si esto no funciona, y ante prevalencias incrementadas de patologías de salud mental, hay que acudir a los especialistas.