Me ha dado por recordar una frase que escuché por primera vez de ti, y me doy cuenta con alarma que refleja un sentimiento realmente punzante y doloroso. «No me juntan»
Al principio sonreí, fascinado por la forma en la que, con tu limitado vocabulario, creaste una frase para dar a entender un sentimiento completamente nuevo, pero pasó poco tiempo para que me diera cuenta de todo el dolor que esa frase encerraba.
Lo que tú querías precisar era que no te dejaban pertenecer. Y Dios sabe que entiendo perfectamente de qué va ese sentimiento.
Somos primates; seres de sociedad. En otros tiempos, para sobrevivir necesitamos de una manada y eso, para nuestro cerebro que ha crecido en capas, sigue siendo en lo más profundo, una realidad. Sin una manada simplemente estamos condenados a muerte.
Cuando sentimos que no pertenecemos a un grupo, un estrés mortal recae sobre nosotros y una sensación primitiva de que estamos en peligro de muerte se apodera de nuestra mente. Una tristeza aplastante azora nuestros días y no es hasta que encontramos un nuevo grupo en el cual nos sentimos aceptados, que mágicamente nuestro estado de ánimo cambia, y literalmente nos salvan de una muerte lenta y estresante.
Yo hoy, a mis 30 años, muchas veces aún me sorprendo triste porque «no me juntan», y me pasa con la humanidad entera. Con personas muy inteligentes que no me quieren en sus círculos de amigos y en cada intento que hago para acercarme a ellos y ellas, encuentran una forma de alejarme y relegarme a un segundo o tercer plano. Lo he sentido con compañeros del trabajo que hacen planes para salir a convivir al terminar la jornada laboral, pero yo no suelo estar en la lista de invitados. Lo vuelvo a sentir cuando mi pareja prefiere hacerme esperarla en casa mientras ella va y convive con amigos con los que parece a toda costa evitar presentarme. Lo siento cuando mis mejores amigos de la infancia, ya no quieren pasar una sola tarde conmigo para charlar un poco, comer otro tanto y reír bastante.
Lo he sentido toda mi vida a ratos. «No me juntan.»
¿Qué consejo te puedo dar, cuando a mis 30 años no encuentro un camino indoloro para superarlo?
Hay que entender que todos somos hijos. Todos somos estudiantes o trabajadores. Todos somos novios, novias, maridos, esposas o amantes. Todos somos hermanos y amigos. Y es por eso que muchas veces las personas de nuestro círculos más íntimos tienen que estar lejos de nosotros y atender a otros de sus círculos íntimos. Somos importantes en sus vidas, pero no pueden dedicarse a nosotros cada que nos apetezca gozar de su compañía. No podemos ser parte de sus círculos si nosotros mismos no demostramos que son parte de los nuestros. No nos pueden integrar si nosotros no los integramos primero. No pueden saber que nos lastiman si no les decimos cómo nos sentimos cuando «no nos juntan».
Quiero que sepas que tú eres parte del círculo más cercano a mi corazón. Y que si un día sientes una vez más que «no te juntan», no te olvides de mí. Que te amo como nadie más te amará nunca, y que haré todo lo que esté a mi alcance para guiarte y hacerte sentir parte de una manada. Aunque en esa pequeña manada sólo estemos tú y yo.
No te rindas hija.
Yo, tu papá, siempre estaré ahí.
Con un amor infinito para Kris.
«Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando»
…Rabindranath Tagore