Durante las últimas semanas hemos estado hablando de los síntomas neuropsiquiátricos más frecuentes durante la cuarentna por el COVID-19. Ya tocamos el insomnio, las alteraciones del estado de ánimo, el suicidio y ahora tocó el turno a los trastornos alimenticios. Vamos a puntualizar lo más relevante al respecto:
- Los núcleos del sistema límbico que se encargan de las sensaciones placenteras son comunicados en base a la dopamina. Las apuestas, el sexo, los deportes extremos y las drogas estimulantes del sistema nervioso (anfetaminas o cocaína), logran que secretemos grandes cantidades de dopamina. De la misma forma nos pasa con las cantidades exageradas y rápidas de carbohidratos de los alimentos procesados. En situaciones de estrés incrementado, como la pandemia y el confinamiento, una forma rápida de sentirnos mejor es con un buen “shot” de carbohidratos.
- En situaciones como las actuales, el trastorno por atracones se ha vuelto común. Son episodios cortos (de alrededor de 30 minutos), donde la persona pierde el control sobre sus impulsos con respecto a la comida, acompañado de una intensa sensación de culpa posterior sobre la conducta realizada, que paradójicamente, incrementa la ansiedad y la necesidad de conductas compensatorias como el comer de forma descontrolada.
- La obesidad es una consecuencia del descontrol emocional. Existe una relación bidireccional entre el sobrepeso y los trastornos afectivos como la depresión. Prácticamente se calcula que la mitad de los obesos son portadores de depresión y la mitad de los deprimidos tienen cifras relativas a un índice de masa corporal por arriba de 25 kg/m².
- Dentro los criterios diagnósticos de depresión se incluyen a los cambios dramáticos en el apetito. Estos pueden ser hacia arriba o hacia abajo. Se menciona que, si tenemos una diferencia mayor al 5% del peso corporal en el último mes sin otra causa que lo explique mejor, se debe de sospechar en un padecimiento del estado de ánimo.
- Los psicofármacos que se utilizan par poder modificar las alteraciones del estado de ánimo modifican los patrones de secreción de serotonina y noradrenalina, moléculas que, entre otras funciones, también participan en el control del apetito y la saciedad. Es por eso, que se requiere estar en control con un médico para poder elegir el mejor medicamento para poder ayudarme con mi alteración emocional y a la vez, corregir mis trastornos alimenticios.
Ojo, no todo está perdido, no solamente somos animales que nos dejamos llevar por nuestros impulsos. Está absolutamente demostrado como el apegarse a una dieta más parecido a la dieta mediterránea (pocos alimentos procesados, muchos vegetales, un par de frutas al día, pocas carnes rojas y muchas leguminosas), participa activamente en producirnos mejoría en los índices de tristeza y alegría.
Dr. Edilberto Peña de León.