Yo mismo me he descubierto haciendo la declaración que está dando título a la participación de hoy, y que decir de mis conocidos. Existe una proliferación de difícil control de grupos de whatsapp para cualquier tipo de propósito o de coincidencia vital. Los obligados son los grupos de formación académica escolar, los trabajos donde hemos estado, el salón de la escuela de los hijos, el equipo de futbol, los viajes con los amigos, y todo tipo de labor que requiere poner de acuerdo a más de uno. Si multiplicamos el número de grupos, por el número de participantes, por el número de cosas que la gente considera dignas de compartir, se genera como resultado un número de notificaciones exorbitantemente alto y humanamente inmanejables para casi cualquier “Juan Pérez” de a pie.
Podemos ver este fenómeno como una epidemia imparable, un cáncer de la sociedad difícil de evitar, que no nos queda más que padecer, sufrir y hacer declaraciones de odio constantes.
Mi propuesta de hoy se encuentra en el otro lado del espectro. Paso uno: rescaten sus procesos de atención y pongan las notificaciones en silencio y revísenlos sólo cuando no tengan nada que mejor para hacer en el aquí y ahora de sus momentos en vivo a todo color de interacción con el medio ambiente. Paso dos y más importante: aprovechemos esta posibilidad de mantener contacto con tantas personas que sería imposible hacerlo de otra forma a través del tiempo, para usar estos grupos como la versión moderna y actual de los grupos de apoyo y redes de soporte que son básicas para el mantenimiento y mejoramiento de la salud mental. Si tengo un problema, SEGURO voy a encontrar entre tantos contactos al perfecto para poderme dar contención e incluso solución de mi disyuntiva. Sin duda en el mar de conocidos hay alguien que haya sufrido lo que estoy pasando ahora y que me podrá dar el consejo más adecuado.
Por lo tanto, les sugiero que hagan como yo y ya no odien tanto a los grupos de whatsapp.