Un domingo cualquiera en el centro comercial, decides pasar a tu tienda departamental favorita y comprar todo lo que te gustaría tener en tu casa, el único problema es que quizá no te alcance para comprarlo todo por los diferentes precios. La solución por supuesto es fácil, si el televisor que te gusta cuesta 70,000 pesos sólo pagas 5, 000 por él… ¿Absurdo verdad? La pregunta es por qué en este caso, el ejemplo sí nos parece absurdo, pero en la vida diaria decidimos hacerlo.
Uno de los problemas que tienen mis pacientes, amigos y conocidos es que no quieren pagar precios. Por ejemplo, la gente cree que ser dueño de una empresa es todo miel sobre hojuelas, que puedes llegar a la hora que quieras, no trabajar y la empresa seguirá dando frutos. No es de sorprender que más del 90% de los negocios quiebren en menos de dos años.
Pocas cosas disfruto más en la vida que dar de alta a un paciente, recordar cómo fue su proceso y todo lo que aprendió en él. Me gusta ver su cara de sorpresa cuando recuerdan que llegaron dudando de si la terapia podría ayudarlos o pensando que obtendrían pocas cosas de la terapia. Me gusta ver cómo mi asistente es feliz trabajando con nosotros, estar al tanto de su vida, escucharla y ayudarla. Me gusta ver cómo nuestros maestros aprenden trabajando con nosotros y me gusta ver cómo la gente que está en Evolución Terapéutica va teniendo una vida más plena.
Son muchos los beneficios de estar llevando mi sueño acabo, pero es justo la otra parte de la historia la que la gente quiere ahorrarse. Constantemente estoy agobiado porque si no logro que la empresa crezca, no podré pagar los sueldos que a mí me gustaría; tener las prestaciones que me gustaría tener para mi gente requiere ganar mucho, pagar la renta, impuestos, nomina, publicidad, luz, agua, consumibles…
Tengo la bendición de tener personas con la camiseta puesta y con amor a la compañía, pero si los capitanes que timoneamos el barco lo llevamos a mal puerto, la responsabilidad es nuestra. Si algún día llego a hacer algo mal con un paciente y lo lastimo, la responsabilidad es mía. He tenido momentos buenos y momentos en lo que preferiría tener un trabajo estable y con sueldo fijo.
Lo que pasa con el 90% de los negocios que quiebran es muy parecido a lo que pasa en las relaciones o metas de año nuevo. Amaría tener el cuerpo de ese actor italiano, pero cuando veo que tengo que hacer 4 horas de ejercicio y comer lechuga, hago berrinche. Quiero una red de apoyo que me comprenda y esté para mí, pero cuando me entero que eso tengo que construirlo con trabajo constante, hago berrinche; quiero la cafetería de mis sueños, pero no quiero abrir temprano, cerrar tarde, corretear empleados…
Esta semana me gustaría invitarte a que busques qué precios estás dispuesto a pagar por lo que quieres. Quizá sí te encantaría tener abdomen de hierro, pero no estás dispuesto a dejar de beber cerveza o ir al gimnasio. O quizá, simplemente, no te habías dado cuenta que los resultados requieren acciones comprometidas. Aún estás a tiempo de cumplir tus metas de año nuevo si estás dispuesto a pagar los precios; de igual manera no es tarde para cambiar tus propósitos, si los precios te parecen muy altos.