En una relación hay altibajos y debemos aprender a vivir con ellos, pero también a evitar y solucionar esas cosas que dañan la relación, muchas veces al tener un conflicto en pareja preferimos llorar y hacer un gran drama a platicar, y solucionar dicho problema ¿porque lo hacemos?
Biológicamente la explicación es porque hay una predisposición al llanto, es así que una mujer llora entre 30 y 67 veces por año – chillonas- , mientras que un hombre solo lo hace entre 6 y 17 ocasiones, – y eso porque se les mete una basurita en el ojo-. Entonces los conductos lagrimales de las mujeres son más cortos que los de los hombres, por lo que el sexo masculino, es capaz de acumular lágrimas por más tiempo sin dejarlas salir.
Esto ya nos dejo claro el aspecto físico, pero en el emocional, qué es lo que nos impide solucionar un problema como se debido y preferimos llorar y hacer berrinche. Nos imaginamos que son millones de factores, pero en realidad se resumen a dos.
- La ira.
Cuando pasas por una crisis de pareja nos enojamos gritamos, hacemos berrinche, lloramos y no dejamos que nada nos arruine nuestro momento, al cual podemos llamarlo un momento de desahogo emocional. La mente se nubla y todo lo que está a tu alrededor está mal hecho para ti, y más lo que te pueda decir tu pareja.
- El orgullo.
El orgullo como dicen por ahí es un mal consejero, pero aun así le hacemos caso, y a la larga, terminamos ocasionando graves consecuencias en nuestra relación, y es que en ese preciso momento perdemos lo más importante en momentos críticos como este que es, el sentido común.
Podemos tener miedo de saber qué es lo que pasará al hablar de los conflictos, pues habrá señalamientos, reproches, regaños y lo peor, una separación. Algo muy irónico es que si no quieres que haya una separación debes de hablar y no ponerte a llorar.
El dicho, “ojos que no ven corazón que no siente” es falso. Si crees que tus problemas se ocultan debajo del tapete, y así no te harán daño, estas en lo incorrecto. La relación va por un mal camino, si no somos capaces de aceptar aquello que nos ocurre, así nunca seremos capaces de llegar o establecer una posible solución.
Si preferimos llorar que hablar de lo sucedido no habra soluciones eficaces.
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