Esta semana me tocó estar un par de días en Cancún para dar una conferencia y una capacitación para el uso de un dispositivo médico de estimulación magnética transcraneal (por cierto gran avance para la zona de la Península de Yucatán). Pero hubo un tema que acaparó toda mi atención durante una comida… la psiquiatría del viajero.
Los colegas de esta zona tienen una mediana proporción de pacientes residentes de estas ciudades, pero una gran parte de su trabajo se realiza con los turistas que acuden al Caribe mexicano que para nada son pocos. Dos tipos de pacientes son los más frecuentes: los que sufren de padecimientos adictivos y presentan complicaciones por su consumo desmedido durante su viaje y (los que me sorprendieron más), son portadores del espectro bipolar y se descontrolan durante sus vacaciones, sobre los que se encuentran en la fase contraria a la depresiva, que es la fase de manía (acelere y euforia tan intensos que son una enfermedad).
Incluso la evaluación de sus casos comienza desde la decisión de viajar al paraíso de Cancún. Imaginemos a un extranjero, muchas de las ocasiones europeo que súbitamente decide que el motivo de su vida tiene que ser el disfrute y el placer y este lo van a encontrar lejos de casa, con arenas blancas y antros con fiestas ilimitadas (Spring Break todo el año). Arriban con las maletas llenas de trozos desorganizados de sus vidas, con miles de sueños, grandes ideas de negocios que van a revolucionar a la industria turística y en una tierra fértil donde, por el movimiento de su economía, el crecimiento ha sido la norma (no hay que olvidar que el municipio con mayor desarrollo en América Latina en los últimos años es Playa del Carmen). Vienen sin necesidad de dormir, a toda hora hay con quien discutir los planes sin fin, se encuentra uno posibles socios de múltiples nacionalidades y un acceso fácil a empresas multinacionales que son atraídas por este crisol multicolor de gente que se reúne en un mismo sitio para pasarla bien. Con todo este panorama no es extraño que estas personas terminen esta fase maníaca en un episodio psicótico, donde sus planes megalómanos y sus energías inagotables los llevan a despegarse de la realidad. Y es aquí donde los médicos de los hoteles llaman a mis colegas expertos en salud mental de la zona para “entrar al quite” y salvar la situación. Un tipo de psiquiatría donde el idioma no puede ser una barrera y se cuenta con una flexibilidad básica para hacer trámites con consulados y aseguradoras de todo el mundo. Se cuenta con la urgencia de dar contención, en ocasiones internar y sobre todo, regresar a la realidad lo más pronto posible a un paciente que se tienen la urgencia de rescatarlo y regresarlo a su lugar de origen para continuar con su recuperación.
Es un estilo de práctica de la psiquiatría “sui generis” que requiere de creatividad y experiencia únicas. Mientras escribía esta participación, tenía al lado a un individuo italiano gritando con su novia por altavoz en el teléfono celular durante 40 minutos regañándola de que la tuvo que dejar en Cancún porque ella no se quiso levantar para tomar el vuelo de regreso a tiempo a su país. Ya en el punto máximo de la discusión, lanzo su maleta contra una tienda y salió corriendo… futuro paciente de la psiquiatría del viajero.