Continuando con la columna pasada…
Los Maizerones manejaban sus negocios desde dentro y tenían la libertad de salir cuando quieran. Casi todos tenían dos familias, una dentro y otra fuera pero preferían estar “presos” para manejar sus negocios con toda tranquilidad pues las autoridades estaban coludidas y participaban en ellos. Los reos tenían la opción de trabajar en los negocios lícitos, como maquiladoras de joyería, ropa o zapatos, de guardaespaldas, mensajeros, emprender al montar su negocio (siempre pasándole la correspondiente “cuota” a los Maizerones que hasta la concesión de gas tenían dentro) o en los negocios ilícitos, los laboratorios de drogas que estaban muy bien montados y que les dejaban cantidades millonarias. Estas drogas las vendían dentro y fuera del penal, obviamente adentro podías conseguir la que quisieras a pecios muy por debajo del mercado provocando que el grueso de la población evadiera la realidad con ellas.
Cuando algún reo recibía dinero de sus familiares pasaba por la “aprobación” del director, las mujeres eran sometidas a revisiones vaginales en condiciones insalubres para asegurarse que ninguna introdujera drogas, dinero u algún objeto prohibido en sus vaginas. Todo lo tenían que comprar dentro porque si no era de esta forma el negocio no quedaba “en casa”.
Era indignante que la vida de un ser humano, ahí dentro, valiera tan solo $10.00 de aquella época (estoy hablando de 1990), ¡SÍ! por esa módica cantidad podías mandar “picar”, así le llamaban matar a otro ser humano picándolo con un picahielos o enterrándole unan navaja a alguien que consideraras “molesto”… sé que suena increíble pero así era. Casi nadie tenía idea de lo que eran los valores y mucho menos la dignidad humana.
Como les mencioné antes, no había comedores. Los presos tenían que pagar por su comida en los restaurancitos con bancas corridas. Uno podía elegir desde un taco de birria hasta codornices en salsa de vino tinto y hasta pedir “servicio a domicilio”. Los “Auras” no tenían dinero para esto, así que se debían formar con paciencia en largas colas para que les sirvieran una especie de caldo o avena en un recipiente que ellos mismos tenían que conseguir, luego buscar algún rincón para comer aquellos potajes que les servían directo de unos tambos enormes de metal sentados en el suelo y sin cubiertos.
Muchos niños habían nacido dentro de estos muros y ni siquiera sabían que atrás de ellos existía otro mundo, otras posibilidades y otras cosas que tal vez nunca podrían experimentar como tocar un árbol… A mí esto me llenaba de indignación. Muchos de estos chiquitos asistían a la escuela del Pueblito, en la que tuve la oportunidad de dar clases con el que entonces era mi esposo. A él le decían el “Profe” a mí la “Doña”. Me daba una ternura infinita ver a estos angelitos correr con sus caritas mugrosas, tatuados y portando orgullosos su estilo mohawk tras de un balón en los estrechos pasillos con tal felicidad llenando su cofre de tesoros con estos momentos. Obviamente la escuela contaba con unas instalaciones precarias y no había, en realidad, grados escolares sino que un salón en el que les enseñábamos a todos lo más que podíamos.
Así, bajo estas condiciones miles de personas vivían este infierno, unos siendo culpables, otros pagando condenas sin fecha de caducidad por tan solo haberse robado un pan para alimentar a sus hijos y otros sin culpa alguna siendo solidarios a sus papás o esposos… Ver que el sistema judicial en México deja tanto que desear es lamentable, pues la ley está hecha para el mejor postor. La mayoría de los reos con los que yo ahí conviví estaban pagando condenas larguísimas junto a criminales de alta peligrosidad por delitos menores…
En múltiples ocasiones el gobierno trató de desmantelar este penal sin éxito hasta que por fin en el 2002 llegaron por sorpresa más de 500 elementos de la Policía Federal Preventiva, incluyendo diversos grupos como antimotines, Gopes, Álamo, Táctico, etc. en conjunto con Fuerzas Federales de Apoyo para terminar de una vez por todas con este nido de corrupción e impunidad.
Internos de alta peligrosidad fueron trasladados a cárceles de alta seguridad como Puente Grande en Jalisco y La Palma en Estado de México. Este grupo de reos ejercían el control dentro y fue necesario sacarlos primero para que, después cientos de agentes pudieran entrar sigilosamente y hacer este operativo con éxito.
Muchos internos fueron trasladados en autobuses al penal de “El Hongo”; alrededor de 4,000 reos se quedaron en “el Pueblito” pero ya bajo condiciones diferentes. Ahora viven en celdas y sin sus familiares, los cuales lucharon durante mucho tiempo por seguir permaneciendo ahí dentro negándole, por años, la oportunidad a sus hijos de conocer que existía otro mundo detrás de esos muros…
Yo viví aquí dentro, nadie me lo contó y créanme que el Pueblito de la Mesa ha sido la mejor escuela a la que he asistido, el crecimiento que tuve no se puede comparar a ningún otro. Sé que únicamente fueron 9 meses pero es como si hubiera vivido mi propio parto pues renací… Entró por su propia voluntad, siguiendo a su marido y por amor una escuincla que lloró por una revisión vaginal y sacaron a una mujer en vías de crecimiento, llena de aprendizajes nuevos y esperanza.
Ahora te pregunto a ti: ¿cuál ha sido tu mayor escuela en la vida? Siempre es bueno hacer conciencia y agradecer los maestros que la vida nos presenta disfrazados de personas y/o situaciones.
Besos de esos que reparan el alma para todos…