Desde el mismo nombre dan ganas de descalificar las sensaciones de una persona que nos cuente que padece de esta enfermedad. Imagínense ustedes en una comida social donde algún compañero en la mesa les diga que es portador de este conjunto de síntomas… seguramente la cara que uno pone es la de sabiduría falsa de: “Ah, claro que sé que es eso”, y con toda la pena y vergüenza de hacer notar mi ignorancia preguntando que es. Acto seguido, vendrán las frases comprensivas alrededor de que en algún momento de la vida conocimos a alguien que lo tenía y que sufría mucho.
El síndrome de fatiga crónica es un conjunto de síntomas que desconciertan al paciente y, por consiguiente, al “n” número de médicos que se visiten para lograr el diagnóstico y el tratamiento. Hay fiebres sin causa aparente, que desgastan un día y que desaparecen al día siguiente sin una explicación. Se me inflaman ganglios en el cuerpo que me hacen pensar que voy a empezar con una infección muy fuerte, voy al doctor me hace un buen número de estudios que resultan negativos, nada de lo que el médico esperaba. Hay un cansancio desconocido históricamente para la persona, que además no mejora con dosis de vacaciones y descanso. De ahí sumen una buena cantidad de síntomas vagos e inespecíficos, dolores de cabeza, molestias gastrointestinales, algunos síntomas urinarios, y un largo etcétera.
Para entonces, el doctor ya vio resultados de laboratorios sanguíneos negativos y se debate entre pedir algunos estudios de gabinete más caros y probablemente invasivos. La otra opción es hacer ensayos de tratamiento “a ciegas” de antibióticos, porque a lo que más se parece el cuadro es a una infección oscura que no ha logrado manifestarse completamente.
Es muy usual, que si se trata de un síndrome de fatiga crónica, los síntomas comiencen en un periodo extraordinariamente estresante de la vida, acompañado de mucho desgaste físico y que tramposamente no se quitan al resolver estos problemas.
Por lo tanto creo que ya se pueden imaginar que no hay estudios específicos para hacer el diagnóstico y que esté se hace solamente bajo la sospecha y la experiencia de mi médico. Ahora, el tratamiento, suele ser con psicoterapia cognitivo conductual para aprender mejores estrategias para afrontar el estrés cotidiano y con algunos antidepresivos que mejoran los neuro transmisores que se descomponen en este síndrome en el cerebro. El mensaje a recordar, pues, es que si existe esta enfermedad, que se diagnóstico con paciencia y el médico adecuado y que el tratamiento es lento pero efectivo para salir adelante.