Se trata de un término psiquiátrico difícil, no muy común de uso en las consultas cotidianas, pero que tiene una definición muy contundente y clara: la incapacidad para expresar las emociones. Se calcula que la puede sufrir alrededor del 10% de la población mundial y hay que decir que puede ser parte de una forma de ser o característica de personalidad o bien, ser un síntoma propio de algunos padecimientos de la Psiquiatría, sobre todo los episodios depresivos, el trastorno obsesivo compulsivo o algunos cuadros dentro del espectro autista.
Se caracteriza por cuatro elementos básicos:
✔ Dificultad para identificar y comunicar emociones.
✔ Dificultad para distinguir afectos de sensaciones corporales.
✔ Escasa capacidad de simbolización: poca o nula fantasía y actividad imaginativa.
✔ Preferencia para ocuparse de eventos externos más que de experiencias internas.
Por lo tanto, estamos hablando de personas extremadamente concretas, que son prácticamente incapaces de diferencias los problemas físicos y emocionales y que viven el mundo de una forma insultantemente simple y sencilla.
El manejo suele llevar un esquema combinado de farmacoterapia que ayuda a poder sentir mejor y más intensamente, junto con una psicoterapia de corte cognitivo conductual que puede reentrenar a los pacientes en poder sentir y comunicar sus emociones de forma asertiva a los demás para poder manejarlas y resolver los conflictos que les puede presentar el mundo. El punto importante a recordar, es que este síntoma existe, que hay que reconocerlo para poderle dar manejo y mejorar la calidad de vida de las personas.