Los tics son parte de algunos síntomas que todos sabemos a que se refieren, pero pocos conocemos a profundidad a que se deben, como se evalúan y que hacer para que se corrijan. Son parte de los trastornos del movimiento en la neurología, de contenido involuntario y que pueden involucrar a grandes o pequeños grupos de músculos.
Pueden ser debidos a varias causas. Existen los tics de origen primario, que no tienen una causa asociada y que el paciente los comienza a sufrir, donde los estudios no demuestran alguna alteración que lo ocasiones. En un grupo importante de pacientes si demostramos una afección que los produce. No son pocos los debidos a trastornos de ansiedad, lesiones neurológicas en los núcleos que controlan los movimientos finos en el organismo o algunas reacciones secundarias a medicamentos para otros padecimientos pero que pueden producir estos desórdenes.
Hay que recalcar que no son normales, que no son parte habitual del desarrollo psicomotor de los niños y adolescentes y que siempre que se presenten deben de ser motivo de evaluación. Sobre todo, de parte de un neurólogo y llegar a la definición correcta de que lo está ocasionando. Las herramientas son una buena historia clínica que abarque los antecedentes perinatales y del desarrollo, una exhaustiva exploración física y neurológica y estudios de laboratorio y gabinete que pueden incluir procedimientos de imagen cerebral, como tomografías y resonancias magnéticas.
Después de estas revisiones es muy probable que se logran adecuados esquemas de manejo que puedan disminuir e incluso controlar este síntoma tan molesto y regresar a una normalidad en los movimientos del cuerpo.
Pueden ser debidos a varias causas. Existen los tics de origen primario, que no tienen una causa asociada y que el paciente los comienza a sufrir, donde los estudios no demuestran alguna alteración que lo ocasiones. En un grupo importante de pacientes si demostramos una afección que los produce. No son pocos los debidos a trastornos de ansiedad, lesiones neurológicas en los núcleos que controlan los movimientos finos en el organismo o algunas reacciones secundarias a medicamentos para otros padecimientos pero que pueden producir estos desórdenes.
Hay que recalcar que no son normales, que no son parte habitual del desarrollo psicomotor de los niños y adolescentes y que siempre que se presenten deben de ser motivo de evaluación. Sobre todo, de parte de un neurólogo y llegar a la definición correcta de que lo está ocasionando. Las herramientas son una buena historia clínica que abarque los antecedentes perinatales y del desarrollo, una exhaustiva exploración física y neurológica y estudios de laboratorio y gabinete que pueden incluir procedimientos de imagen cerebral, como tomografías y resonancias magnéticas.
Después de estas revisiones es muy probable que se logran adecuados esquemas de manejo que puedan disminuir e incluso controlar este síntoma tan molesto y regresar a una normalidad en los movimientos del cuerpo.