Justo esta semana me reintegro al trabajo después de una semana de unas bien merecidas vacaciones, y en el camino de regreso en carretera me venía preguntando si era posible especificar en pocos y valiosos puntos cuál es la valía de los períodos de reposo laboral y viajes en el campo de la salud mental individual, y he aquí mi esfuerzo:
- Romper con la rutina cotidiana le da sazón a la vida y evita el aburrimiento.
- Es la oportunidad perfecta para estar más tiempo (olvidemos el concepto de tiempo de calidad y centrémonos en la cantidad de tiempo) con la familia y amigos.
- Con la planeación adecuada, nos da la oportunidad de ir conociendo los lugares que soñamos con estar ahí.
- Representa una temporada de autorizarnos placeres que la vida diaria nos lo tienen controlados: comidas diferentes, descansar a deshoras, beber un poco más de la cuenta, etc.
- Viajar nos permite tener un tipo de convivencia diferente con las personas y conocer cualidades y defectos que de otra manera no tendríamos acceso a ellos.
Para mí, en particular, es una tiempo de aplicar el botón de “reset” a las presiones, tensiones, sobrecargas y enojos que se van acumulando con el trabajo de todos los días, navegar unos días con “bandera de no soy doctor”, para permitirme regresar con toda la fuerza hasta la siguiente vacación.