Tenía una sonrisa cuando escuché al Tío Ben decirle a su sobrino Peter Parker (Spiderman) la frase “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” lo primero que me vino a la mente fue que si algún día descubría que tenía un súper-poder tendría que actuar de acuerdo a esa filosofía. No importa por qué razón ni que tan relevante fuera mi poder, mi responsabilidad sería usarlo responsablemente. Los años pasaron y evidentemente nunca me convertí en el Spiderman o cualquier otro súper-héroe de cómic, pero descubrí que en realidad tenía ciertas habilidades que las muchas personas no poseían, como una comprensión del sonido por encima del promedio que me ayudó a dominar distintos instrumentos musicales, una facilidad para dibujar que en realidad nunca desarrollé, pero que me dio una sensibilidad por la fotografía que más adelante me ayudaría en la producción y realización, la facilidad de palabra para expresar cualquier cosa que sentía o pensaba y que más adelante convertiría en la habilidad para escribir cuentos, campañas publicitarias, videoclips y columnas (como ésta), así que con esta ultima habilidad fue con la que comprendí que en realidad sí tenía un gran poder, pues muchos de los primeros cuentos que publicaba en las redes tenían un alcance de tres mil o hasta cinco mil personas y me sorprendían bastante esos números. Tenía la responsabilidad de escribir responsablemente y así lo hice.
Con el paso del tiempo me pregunté si sólo a escribir aplicaba este sentido de responsabilidad y descubrí que por el simple hecho de ser un humano “la especie dominante del mundo” tenía muchísimas más responsabilidades pues en mi albedrío radicaba un universo de compromisos.
-¿Limitarías tu existencia a la de cualquier animal sin uso de razón a comer, dormir y reproducirte? –Me pregunté -. Básicamente es lo que estás haciendo, así que más le valdría al universo tener un pez más en el mar que un humano comportándose como un parásito.
Si tenía la capacidad de hacer el bien, tenía que hacer uso de ella y si podía pensar en soluciones para problemas comunes, tenía que pensar en dichos problemas y resolverlos. Si podía hacer sentir bien a alguna persona era mi responsabilidad hacerlo, sin importar si era un familiar cercano o un completo extraño.
En persona o a través de un texto, no importa el medio, es mi responsabilidad ayudar, y lo que quiero decirte a ti, amigo lector, es que tú también tienes la responsabilidad de usar todo el poder de tu cerebro para hacer el bien, porque tarde o temprano vas a cosechar lo que siembres, sean cosas buenas o malas.
Es importante abrir los ojos y darnos cuenta de que todos somos una sola cosa y que cuando haces algo bueno por alguien también haces algo bueno por ti. Que si ves que alguien está haciendo el mal y no lo detienes estas propiciando que el día de mañana cuando tú necesites ayuda nadie te auxilie, porque tú contribuiste a ese tipo de ideas.
Son un cáncer a erradicar pensamientos como: “el que no tranza no avanza”, “de que lloren en mi casa a que lloren en la tuya, mejor en la tuya” o “con dinero baila el perro”.
Querido lector (o lectora), ¿quiero preguntarte si alguna vez has hecho sonreír a alguna persona cercana a ti? Estoy seguro de que la respuesta es sí, y es por eso que tu responsabilidad es hacer uso de ese poder con cualquier persona que se acerque a ti.
Inténtalo, pinta una sonrisa en el rostro de un extraño y vas a descubrir un placer en ti que ningún billete de ninguna denominación puede darte.
No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz… Madre Teresa de Calcuta