“Todos somos uno” ¿A caso no es una frase trillada? Me pregunto qué resultado arroja tu mente tras este cuestionamiento: ¿cierto o falso?
Para poder llegar a una respuesta, en esta ocasión te presento dos interesantes enfoques:
El primero es aquel donde como seres humanos fuimos encasillados en rangos según nuestra “clase” dividiéndonos entre clase baja, media y alta. La clase nos fue asignada basados en el poder adquisitivo de nuestro árbol familiar y la posibilidad de materialización de nuestros sueños a través de oportunidades, pues como es sabido, la clase alta fácilmente tiene mayores oportunidades y la clase baja simplemente trabaja para sobrevivir y servir a la alta.
Las consecuencias de que nuestras mentes integren este extraño sistema son muy graves para el colectivo, pues como siempre he dicho, “es en la idea de división donde nace el mayor de nuestros males”, o en otras palabras, este sistema es lo opuesto al famoso “la unión hace la fuerza”.
En términos generales, la clase baja, movida por un instinto de supervivencia, tiende a cometer mayores delitos, haciendo que la clase alta se quiera separar de ellos.
Si a esto le agregamos que la atención de los medios se posa en la felicidad con cara de productos o estilos de vida a los que muy pocos tienen acceso, haber nacido en la clase baja o media es una etiqueta que daña el autoestima y la idea de valor de la gente.
A la clase alta no le va mejor, pues también generalizando, ellos se ven presionados por mantener con su círculo esa ilusión de estilo de vida diseñado solo para aquellos “privilegiados”. Ciertamente, exclusión es su acción más practicada ya que portan una idea errada de que se mantiene la calidad de la agrupación, cuando en realidad solo se cierra su corazón y tienden a tener enfermedades en el alma como la prepotencia, la discriminación y el rechazo.
El segundo enfoque es aquel donde nos vemos todos como seres vivientes que nacieron con los mismos derechos por igual como la salud y seguridad en un hermoso espacio llamado Madre Tierra.
En el mundo hay vida en forma de ríos, árboles, animales asombrosos y flores con los colores más bellos… y de pronto la expresión de amor se manifiesta en forma del nacimiento de un bebé; inocente y lleno de amor para compartir, para sentir… amor para vivir. Nace sin programas en su mente que impiden externar su amor a su entorno, sin programas que miden ingresos, tonos de piel o figura. La naturaleza del bebé es simplemente amar, pues es uno con todo.
Con esto se puede concluir que el mal radica en la estructura social que tenemos construida y para derribarla no se necesitan grandes revoluciones, sino una simple pero poderosa reprogramación, aunado a una apertura en nuestros corazones que nos llevará a tener una existencia más plena y más completa.
Cuando no hay un entendimiento o comprensión de este tema, como mencioné, pueden existir graves consecuencias, por ejemplo, que nazca una idea de querer equilibrar el juego a base de arrancarle sus recursos a “la clase alta”…
Con esto querido lector, te invito a que rompas con fuerza las ideas que tienes sobre la hermana, hermano que tienes enfrente y te atrevas a integrarlo a tu círculo que merece amor. Sin duda un gran reto, pero si pudiera compartirte un pequeño secreto que facilite que alcances esto, sería “es tu naturaleza, es tu derecho” y así naciste, es decir, ya lo has hecho antes y solo tienes que regresar a ese origen.
Busca tu libertad y vive fuera de los diseños estructurales consecuencia de una historia social de búsqueda de poder fuera de uno mismo y recuerda, tu cuerpo comienza a descomponerse cuando tu corazón deja de latir, pero tu alma se apaga cuando dejas de amar libremente.
Ahora yo te pregunto: Todos somos uno: cierto o falso. ¿Qué dice tu corazón?
Una corona para ti.
Nota: Inspirado en la película con Martha Higareda, Amarte Duele y escuchando Más de Kinky y La Llorona de Beirut.
Angie D. Brenes
Twitter: @angiebrenes
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