Es un concepto muy llevado y traído y seguramente nos lo hemos topado en más de una ocasión en algún artículo o sobremesa… la multimencionada Tolerancia a la Frustración.
Albert Ellis, fundador de los conceptos de la Terapia Cognitivo Conductual introdujo el término y lo definió de la siguiente manera: “Las personas con baja tolerancia a la frustración, al tener una sensibilidad excesiva hacia todo aquello que sea desagradable, no toleran contratiempos, molestias o demoras en la satisfacción de sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable. Frecuentemente albergan sentimientos de ansiedad, tristeza, agitación, resentimiento, humillación y enfado. Se victimizan y culpan a agentes externos de lo que les pasa”.
Seguramente ya pensamos en más de un conocido al que le ajusta la definición de manera exacta. Hay que destacar entonces que se tratan de personas que se centran en sólo recibir situaciones placenteras y que nada más no se sienten cómodos de ninguna manera ante eventos adversos; y ante lo cual difícilmente se aceptan como responsables de la situación.
Todas estas características hacen frecuentemente insoportable la convivencia cercana con alguien que su baja tolerancia a la frustración los predispone a tener reacciones inadecuadas y desmedidas ante estímulos negativos comunes de la vida cotidiana.
Es importante mencionar que para lograr una buena tolerancia a la frustración necesitamos comenzarla a forjar desde los años más tempranos de nuestra infancia. Como padres debemos permitir que las frustraciones lleguen a nuestros hijos. No como su fuera un sistema o una tarea, donde busquemos intencionalmente producirles frustraciones “para que se entrenen”. Si no, solamente dejar que los eventos desafortunados de la vida que les puedan suceder, les pasen; estando nosotros a su lado para ayudarles a resolver el problema y para asesorarlos en el procesamiento de la sensación desagradable de no lograr lo que uno quiere. Esta actitud es ir en contra de la postura que veo con frecuencia en el consultorio, que lo mejor que puedo hacer como padre es hacer que todo les salga bien a mis hijos.
Así que ya sabemos, a dejar que algunas frustraciones lleguen, porque son parte de la vida al igual que modificar y salir delante de las dificultades.