Mi hija de 5 (en unos días 6) años, llegó estas vacaciones y pasará conmigo la navidad y su cumpleaños. Realmente estoy fascinado con su presencia y no sólo yo, sino que las personas con las que convivo más íntimamente me han pedido que la deje más tiempo con ellas. Desde mi pareja, pasando por su mamá, hasta mis amigo cercanos y por supuesto mis papás y hermana. Después de convivir con ella, todos tienen comentario positivos para mí y muchos de ellos son de genuina sorpresa por sus capacidades. Como papá me podría pasar el día escribiendo de la maravilla de hija que tengo, pero en realidad apunto a ello porque quiero que se entienda que no sólo es mi punto de vista como papá, sino que también las personas disfrutan mucho estando con ella.
Desde el primer día que llegó le pregunté que si quería algo de comer y me dijo que no tenía apetito, pero que si quería me acompañaba a buscar algo para mí. Salimos en busca de algún tentempié, y en cada lugar de alimentos por donde pasamos le pregunté si no se le antojaba algo, pero siempre respondió que no. Me encaminé rumbo a una plaza donde había un Mc. Donald’s esperando que al llegar ahí se emocionara con los juegos y se distrajera un poco. Mientras tanto la conforté con preguntas que pusieran a funcionar su memoria y con las que me involucrara en su vida. Dejé de lado el típico ¿Cómo te fue en la escuela?, y opté por preguntar los colores favoritos de sus mejores amigas, sus juegos preferidos, sus personalidades y características físicas y hasta sus pasatiempos. Me encontré con un grupo de niñas completamente distintas entre sí y con una hija muy platicadora y sociable.
Al llegar a las hamburguesas me dijo que no tenía hambre, pero que si quería le podía comprar un helado. Ya con nuestros productos sobre el mostrador le dije que si quería ir al área de juegos y resultó que no tenía ganas, que prefería que nos sentáramos en un lugar acogedor para poder seguir platicando. Yo comí mi hamburguesa y ella siguió platicándome cosas como sus libros favoritos, sus programas favoritos. Quién hacía más tarea y quién no tanta. Regresamos a casa entre juegos y lecciones. Ella me preguntaba cosas que no entendía del mundo y yo le explicaba el por qué de éstas.
Ese primer día la pasamos muy bien y pudimos romper con esa sensación incómoda de estar con alguien sólo porque tienes que estar ahí. Nos disfrutamos mutuamente.
Por la noche, cuando llegó la hora de dormir me pidió que siguiéramos viendo la serie que habíamos comenzado a ver las vacaciones anteriores, y así hicimos. La terminamos de ver en dos noches y continuamos con una nueva serie que sabría que le gustaría. Hicimos del intro un ritual para tarariar juntos. La hora de la cena, el salir a la tienda, el lavarnos los dientes; todo se volvió un ritual en el que nos reíamos e inventábamos juegos para pasar el rato.
Ayer por la noche salimos a ver a Santa y por supuesto la invitó a que le escribiera una carta donde pusiera lo que quería para esta navidad. Mi hija disfruta escribir tanto como leer y mecerse en los columpios, por lo cual no tardó en escribir algo más o menos así:
–Hola Santa. Quiero que Dani se recupere, que a Marianita le traigan la muñeca que quiere. A mí también me gustaría una muñeca, pero si no, quiero ver más a mi papá.
Feliz navidad.
No hace falta que les diga que escribo esto con un nudo en la garganta.
Al igual que los juguetes, los niños quieren un regalo que puedan seguir empleando el resto del año y eso es simplemente cariño. A veces no nos damos cuenta de que al tratar de darles todo los estamos privando de algo que para ellos es mucho más valioso. Un papá o una mamá.