Una historia de matasueños y sueños muertos

Kris Durden

kris_DurdenY no sé en qué momento surgió esa pasión por mirar el cielo nocturno (nublado o estrellado). Desde que tengo memoria me encantaba contemplarlo por largo rato. Así que ahí estaba de nuevo; sentado en las escaleras mirando esa inmensa oscuridad, y como siempre, creando una visión del futuro en el que me gustaría vivir. Esta vez la visión se centraba en ganarme la vida tocando la guitarra sobre los escenarios… e incluso cantando, ¿por qué no? (pues soñar no cuesta nada)

Estaría en una banda y viajaríamos por todo el país (eso sólo para empezar). Conoceríamos todos los rincones de la República Mexicana (y sus platillos típicos) y luego, cuando ya incluyeran nuestras canciones en películas mexicanas, para después sonar en la radio, comenzaríamos a conocer el mundo. Primero tal vez con Latinoamérica, pero pronto buscaríamos la forma de filtrarnos en algunas producciones y festivales Norteamericanos, para terminar dando el brinco al charco y convertirnos en leyendas de nuestro país.

Los pormenores del plan a corto plazo estaban surgiendo en mi mente: buscaría en los próximos días otros chicos tan apasionados del Rock y el Metal como yo, y seguramente tardaría mucho en el proceso de prueba y error, pero mientras eso ocurría, yo puliría mis habilidades como guitarrista, vocalista y compositor, para que cuando al fin lograra una banda sólida, pudiéramos dejarnos de covers y tocar nuestras propias rolas. Para cuando las tuviéramos bien ensayadas, podríamos ir a un estudio y grabarlas (En mis tiempos no había Home Studio, para hacerlo yo mismo con una computadora (en esos tiempos ni siquiera había salido Windows XP)) Así que teniendo el disco comenzaríamos a ir a estaciones de radio locales con la esperanza de poder sonar, aunque sea para los vecinos, y mientras todo eso terminaba de ocurrir, nosotros ya estaríamos preparando el segundo disco y repetiríamos la fórmula para el tercero y el cuarto, y así hasta poder juntar una serie de éxitos locales y comenzar a tocar las puertas grandes de la industria de la música.

Lo primero que hice, cuando al fin había estudiado mi plan para convertirme en una superestrella del Rock fue ir contárselo a las personas más importantes que de mi vida adolescente: mis amigos.

Inmediatamente de que conté todo el plan y resolví las dudas de uno de ellos, vi en su mirada completa seguridad de que era posible, pero no duró mucho, pues el otro me miró casi con furia y me tachó de infantil.

-No niego que tocas bien la guitarra –Comenzó por decir mi amigo -, pero ¿sabes cuál es la posibilidad de que eso pase? Cómo tú hay otros mil chavos que tocan bien la guitarra… Es más, seguro la tocan mejor que tú. Ahora ponte a pensar que esas cosas sólo pasan en el gabacho. Tienes que ser realista.

De haber sido otra persona la que hubiera dicho eso, lo habría creído uno de esos tipos mediocres, de los que abunda mucho el mundo y que con sus vidas no hacen mucho más de lo que hace una mosca, pero en realidad lo estaba diciendo uno de los dos mejores amigos que tenía y que era tan listo y tan capas como yo (a la fecha pienso que es más capaz que yo). Fue una estaca helada clavada directo en el corazón.

-Mira –Continuó -, te había visto muy entusiasmado con todo esto de la guitarra, pero no quería decirte nada. No me lo tomes a mal –Esta vez cambió su semblante y pareció serenarse, como si quisiera que entendiera por qué decía lo que decía -, pero cuando no llegues muy lejos vas entender por que te estoy diciendo esto. Baja de tu nube ahora que estás a tiempo.

Miré a mi otro amigo en busca de esperanza, pero no la encontré en su rostro. No sé por qué, pero lo que hice fue creerle.

Tome sus palabras y las convertí en mi verdad.

Seguí tocando la guitarra mucho años más, pero ya no buscaba ser el mejor, sino sólo entretenerme un rato. Ya no aprendía canciones nuevas y mucho menos componía. Me limité a repetir las canciones que hasta entonces había aprendido y pasaron los años.

Un día, unos 5 años después, me encontré con un colega de la escuela, quien me contó que el chico que me había enseñado a tocar la guitarra ya estaba tocando al lado figuras internacionales. Guitarristas que ya están en los anaqueles de la historia por sus proezas como compositores. Inmediatamente busqué su nombre artístico en internet (ahora sí había salido Windows XP y el internet era algo decente) y me topé con páginas que lo reconocían como una revelación de los nuevos guitarristas mexicanos. Había estado en festivales y ya viajaba por la república mexicana con su banda. Estaba viviendo el sueño que alguna vez tuve. Y yo tenía un trabajo que odiaba y estaba al borde de convencerme de que así pasaría el resto de mis días.

Al poco tiempo apareció un amigo con la noticia de que estaba estudiando comunicaciones y que mucho de lo que a los dos nos apasionaba (Cómo se hacen las películas, cómo se hace un programa de radio, cómo se hace periodismo, cómo se hace un programa de televisión…) se aprendía en esa carrera.

No lo pensé e hice hasta lo imposible para regresar a la escuela y esta vez no le creí a nadie que me dijera que no podría realizar mis sueños como comunicólogo.

Como lo leí en ideas que ayudan:

Unas veces ganas y otras veces aprendes

Yo aprendí que no importa cuánto ames a alguien, nunca le creas cuando te dice que lo que piensas es imposible.


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