¿Alguna vez te ha pasado que después de un día estresante o tras vivir un momento angustiante terminas rendida? Pareciera que has corrido un maratón y necesitas dormir con urgencia, ¿cierto?
La culpable de tu repentino agotamiento es la adrenalina. Ésta es una hormona vasoactiva que secretan las glándulas suprarrenales bajo situaciones de estrés, emergencia o peligro.
Por ejemplo, cuando sufres un accidente, tu organismo secreta adrenalina para que estés preparado para enfrentar el peligro. Así, aumenta la concentración de glucosa en la sangre, se eleva la presión arterial, aumentan el ritmo cardíaco y la respiración, además de que se dilatan las pupilas para mejorar la visión.
Cuando el momento de peligro pasa, tu cuerpo se relaja y libera el estrés bajo el que ha estado sometido. Al volver a su estado natural, tu organismo necesita recuperarse, por lo que te sientes agotada y mueres por dormir.
Toma en cuenta que la secreción de adrenalina es una respuesta fisiológica asociada a tu instinto de supervivencia, y el someter a tu cuerpo a constantes situaciones de estrés puede afectarlo gravemente:
- Corazón. Dado que la adrenalina estimula al máximo tu sistema cardiovascular, cuando te enfrentas constantemente a emociones fuertes eres más proclive a sufrir accidentes cardiovasculares
- Obesidad. En situaciones de estrés, la adrenalina estimula la acumulación de grasa y azúcares en el abdomen. El objetivo es que los músculos empleen estas sustancias como combustible y puedas huir del peligro, pero como éste no existe en realidad, no quemas la grasa y los azúcares. El resultado es maravilloso: te comienza a crecer panza y elevas el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares.
- Nervios. La liberación continúa de adrenalina someterá a tu sistema nervioso a una tensión continua, provocándote falta de concentración, desánimo, agotamiento e insomnio.
- Adicción. Existe la posibilidad de que te acostumbres a las descargas de adrenalina, por lo que las necesitarás para funcionar diariamente. De hecho, puedes presentar síntomas similares a los de cualquier adicción: desánimo, miedos, astenia, nerviosismo, y por supuesto, la necesidad incontrolable de un subidón de la hormona. El problema es que cada vez necesitarás estímulos más fuertes para recibir la dosis que necesitas, lo cual termina por afectar tu sistema inmunológico.
Sabemos que hay gente que ama los deportes extremos, y que en gran medida se debe al subidón de adrenalina que provocan, pero al igual que con cualquier otra sustancia adictiva, debes moderar tu consumo.