Es interesante cómo clasificamos las emociones en positivas y negativas, cuando en realidad todas suman y cuidan de nosotros. El caso de la ira no está lejos del ya planteado (en mi columna anterior) e incomprendido miedo. Conforme crecemos nos dicen que está mal expresar la ira, pues denota una falta de control y por lo tanto falta de madurez, pero ese tipo de enseñanzas sólo complican más algo que de por sí es complicado.
Lo correcto sería que nos enseñaran para qué sirve la ira (y el resto de nuestras emociones) y así determinar cuándo podemos hacer uso de ella y no vivir reprimiéndola.
¿Qué es la ira?
La ira, enojo, furia o rabia es una emoción primaria, ya que la podemos ver incluso en humanos recién nacidos y sin la necesidad de un aprendizaje previo. Esta emoción se expresa a través de la irritabilidad y el resentimiento.
En el caso de sus reacciones sobre el cuerpo destacan el aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, de los niveles de adrenalina y de noradrenalina. Esto para darnos la fuerza de atacar o huir de cualquier amenaza.
¿Dónde se origina la ira?
No se puede hablar de ira sin antes hablar del dolor, por lo que vamos a ver emerger esta emoción cuando estamos siendo lastimados emocionalmente. Ya sea que nuestra autoestima esté siendo agredida o que alguien más esté siendo abusado, manipulado o hasta invadido por una entidad que consideramos perversa.
¿Para qué sirve la ira?
La respuesta es clara: para protegernos, proteger a las personas que queremos, proteger nuestros ideales y lo más importante poner límites.
La ira ayuda a que ninguna persona pase por encima de nosotros.
Tienen que saber que soy una persona que durante muchos años reusó esta emoción como algo bueno para mí o para el mundo. Creía que la ira sólo podía llamar al miedo, más ira o más dolor, por lo que no era común verme enfadado.
El día que cambié de pensar fue haciendo una entrevista a algunos de los mejores psicólogos y terapeutas de México (esto según mi humilde punto de vista). Los expertos de Evolución Terapéutica.
Había quedado de ir a una grabación donde los entrevistaría a cada uno, pero en el camino una persona me llamó y comenzó a involucrarme en un problema que nada tenía que ver conmigo. Me concentré tanto en tratar de poner un límite a esa situación que terminé errando el camino, cosa que me hizo llegar más de 30 minutos tarde a la cita con estos especialistas. Si hay algo que cuido muchísimo es mi trabajo y no podía creer que por una situación así estuviera quedando mal.
Cuando me di cuenta de mi error, no pude contener un tono muy severo en contra de la persona que me había llamado por teléfono. Incluso pude haber estado gritando, pero no lo pude notar. Al término de la llamada la persona al otro lado de la línea me hizo un último reclamo y colgó.
Al llegar a la grabación los especialistas notaron mi descontento y aceptaron mis sinceras disculpas. Tras terminar de grabar me pidieron que les contara lo sucedido y ellos se limitaron a escuchar mi historia y lo mucho que me afectaba poner en duda mi profesionalismo por un chisme de lavadero. Al final, sólo uno habló y me dejó ver que no tenía que sentirme culpable por haber reaccionado así. Él sólo dijo: la culpa sirve para poner límites.
En ese momento sonó mi celular y era esa persona mandándome un mensaje para pedirme una disculpa. Lo leí en voz alta y sólo sonrieron, haciéndome saber que la ira funciona y no había duda.
Nunca más volví a recibir una llamada de esa persona involucrándome en una situación similar y se podría decir que incluso nuestra relación mejoró.
Todas las emociones en exceso pueden ser dañinas
Como decía al principio de esta columna, la ira suele ser útil, siempre y cuando sepamos cuándo y en qué medida usarla. Cuando nos dejamos consumir por esta emoción nos vamos a ver envueltos en conductas desproporcionadas que van a terminar por dañarnos y dañar a las personas que nos quieren.
Entre las manifestaciones destructivas de la ira más comunes se encuentran:
- La ira inconsciente y sólo se dan cuenta de su conducta cuando otras personas describen los sentimientos que les producen sus actos.
- La ira desplazada que no es otra cosa que terminar enfadándose y descargando esa energía contra otras personas no involucradas en el motivo del enfado.
- La ira contra uno mismo.
- La ira a la defensiva que provoca un estado permanente de tensión e irritabilidad y no es otra cosa que ira acumulada.
- La ira oral que está relacionada con las reacciones exageradas ante la más mínima frustración.
Es importante mencionar que muchos estudios asocian la ira con enfermedades cardiacas en las coronarias y la hipertensión entre muchas otras.