Se dice que la alimentación es el primer aprendizaje social del ser humano. Para llevar una vida sana, es importante que adoptemos una educación alimentaria y nutricional lejos del sedentarismo y mala alimentación. Isobel Contento, profesora de nutrición de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, la define como «la combinación de estrategias educativas, acompañadas de ambientes favorables, diseñadas para facilitar la adopción voluntaria de conductas, comportamientos y elecciones adecuadas en alimentación y nutrición para mantener o mejorar la salud y el bienestar».
SABIDURÍA QUE AYUDA: Algunos datos sobre la falta de educación alimentaria señalan que: 30 por ciento de la población mundial está afectada por la carencia de micronutrientes: Food And AgricultureOrganization of theUnitedNations (FAO), 2014 . 6.7 millones de personas mueren en el mundo al año como consecuencia del consumo insuficiente de frutas y verduras: Organización Mundial de la Salud (OMS 2014). 1.7 millones de las muertes anuales por enfermedades cardiovasculares son consecuencia de la ingesta excesiva de sal/sodio: Organización Mundial de la Salud (OMS 2014).
La mayoría de las enfermedades cardiovasculares se pueden prevenir actuando sobre algunos tipos de comportamiento o malos hábitos, como el consumo de tabaco, las dietas malsanas y la obesidad, la inactividad física o el consumo nocivo de alcohol, según la OMS. El sedentarismo y mala alimentación es reconocido por esta organización como el primer factor de mortalidad por enfermedades cardiovasculares.
En nuestro país, el Instituto Mexicano del Seguro Social y la Secretaría de Salud cuentan con la «Guía de de Alimentos para la Población Mexicana», misma que sirve para medir las porciones y el contenido energético de los alimentos que consumimos.
¿Cuántos de nosotros revisamos la información nutrimental de un producto alimenticio?
Hoy, gran parte de estos productos que encontramos en el supermercado cuentan con etiquetado frontal. Echando un vistazo al contenido energético de algunos productos: un paquete de galletas Ritz de 67,5 g contiene 300 kcal; una barra StilaQuaker de 25 g, 88 kcal; una lata de 355 ml de Sprite Zero, 0 kcal; un jugo Del Valle de 250 ml de durazno, 100 kcal; una porción de miel orgánica Aires de Campo de 21 g, 72 kcal; entre muchos otros, que informan de manera transparente lo que contienen.
Son pocas las veces que leemos a consciencia la información nutrimental. Conocer estos datos nos pueden ayudar a seleccionar aquellos que mejor contribuyan a una dieta balanceada.
Por su parte, algunas empresas no sólo contribuyen con la transparencia de información, sino que también están interesadas en combatir los malos hábitos o enfermedades atribuidas a la mala alimentación, como lo son el sedentarismo y la mala alimentación. En 2015, Coca-Cola fue certificada por la empresa PWC por poner en movimiento a 9 millones de personas en actividades físicas a través de su programa “Te mueves tú, se mueven todos”; Kellog’s y muchas marcas más cuentan con carreras que se celebran año con año; Nestlé promueve campañas internas en las que invita a sus colaboradores a caminar diariamente.
A pesar de todo lo anterior, debemos recordar que de nuestra responsabilidad parte el reconocer qué productos alimenticios son los más adecuados, analizar si lo que comemos está dentro de una buena costumbre y en caso contrario, sustituirlos. En definitiva combatir la desinformación siempre es elegir estar bien o mejor.
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