Es increíblemente frecuente que usemos estas dos palabras como simples sinónimos pensando que nos estamos refiriendo a las mismas situaciones y que todo el mundo nos entiende perfectamente. Es muy necesario que hagamos unas precisiones al respecto.
El estrés es una emoción que es básica en el devenir de nuestras vidas, nuestro organismo está preparado para realizar las actividades que convertimos en rutinas y en hábitos, y todos aquellos imprevistos que surgen, incluso situaciones extraordinarias, requieren de un funcionamiento diferente, de un plus en mi metabolismo y en cabeza para poder dar respuesta adecuada, utilizar todos mis mecanismos de defensa e incluso lograr adaptarme y salir delante de las dificultades. Así planteado, el estrés termina por ser bueno, nos hace crecer y nos ayuda a resolver los problemas. Existe un monto de estrés, que es malo, que nos paraliza, que nos hace detenernos, no solucionar, y que incluso, a nivel molecular, nos lesiona a las células del cerebro del nivel de agresión que recibe el sistema nervioso
central. Este estrés es desadaptativo, nos lastima y nos detiene en nuestro desarrollo. Sobre todo, cuando se convierte en un estímulo crónico y donde las respuestas están fuera de nuestro alcance.
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Por otro lado, cuando la respuesta de nuestro organismo y de nuestra menta, es exagerada, desproporcionada a los estímulos que me molestan y donde no hay solución posible, que afectan mi funcionalidad, y que duran por más de 2-6 semanas todo el tiempo; es muy probable que estemos hablando de ansiedad. Usualmente se combina con un desbalance del sistema nervioso en su totalidad; a nivel central no podemos controlar los pensamientos negativos, catastróficos y repetitivos; y a nivel periférico, nos carcome la taquicardia, las palpitaciones, el dolor de cabeza, la vista borrosa, el temblor y la boca seca. Estas manifestaciones se pueden formalizar en un ataque de pánico, en una ansiedad persistente por más de 6 meses que se llama ansiedad generalizada, en miedos descontrolados y que conducen a la evitación, conocidos como fobias; o alguno otro de los tipos de desórdenes de ansiedad.
La ansiedad, se constituye como un desbalance de mis mecanismos psicológicos de respuesta, que se traducen en montos inadecuados de neurotransmisores que sirven para tranquilizarme; y que se convierten en una enfermedad que persiste, inclusive, cuando se termina el problema que dio origen a mi evento de ansiedad.
Dr. Edilberto Peña de León
Neuropsiquiatría
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